ÁLEX RIVERA DE LOS RÍOS: DEJA QUE CORRA EL AGUA
ÁLEX RIVERA DE LOS RÍOS: Deja que corra el agua
Durante las primeras décadas del
siglo XXI, las regiones en el Perú presenciaron la instauración masiva y
novedosa de las editoriales independientes: pequeñas iniciativas culturales
que, con todo el ímpetu propio para llevar a cabo un proyecto editorial,
empezaban a publicar a autores regionales en tirajes modestos y con acabados
semiprofesionales. Esto permitió que muchos escritores jóvenes —y otros no
tanto— tuvieran la posibilidad de ver sus libros publicados en un formato
físico. En Arequipa, ese fenómeno permitió que, para inicios de la década del
2010, tuviéramos a autores como Giovanni Barletti, Juan Carlos Nalvarte, Jorge Monteza,
Yuri Vásquez, Zoila Vega, Dennis Arias y Álex Rivera de los Ríos, autor más que
interesante que protagoniza esta reseña.
Nacido en Arequipa en 1987, Álex
se dio a conocer con su primer libro de relatos Nena (La Travesía Editora,
2013), conjunto de historias que apelan a un lenguaje pulcro y bien cuidado
para retratar historias de personajes desadaptados, nostálgicos y enfrentados a
una realidad hostil. Después de más de diez años —tiempo en el que Álex se hizo
de un puñado de concursos literarios e inclusiones en antologías— apareció Deja
que corra el agua (Surnumérica, 2021), texto que, de cierta manera,
presenta a un autor más maduro, con un mejor dominio del lenguaje y con
historias que, debido a la profundidad y buena ilación, se extienden hasta
formar cuentos largos —que bien podrían transformarse en novelas—.
En líneas generales, los ejes
temáticos que entrecruzan el libro son el desencanto, la nostalgia, la soledad,
las relaciones interpersonales fallidas y —como también se avizoró en su primer
libro— sujetos trastocados, desadaptados en medio de una realidad que les
resulta extraña, hiriente. Personajes que constantemente recuerdan su pasado y
que, consciente o inconscientemente, el destino de su vida actual parece subordinarse
a este. Es el caso de cuentos como «Cielo totalmente vacío», en donde el personaje,
divorciado, regresa a la casa de su infancia para enfrentarse con ciertos
recuerdos antes de tomar una decisión importante; o en «Woody», la historia de
un sujeto divorciado, con hijos y con una vida que le resulta insatisfactoria;
y también en «Una historia feliz», donde las enseñanzas y frases del padre del protagonista
lo alientan a aceptar propuestas sexuales indecentes que lo reducen a la
humillación a cambio de dinero.
Hacía meses
que Pablo no salía a ningún lado. A excepción de una que otra lata de cerveza
que bebía a solas en el auto o en su habitación luego de camuflarla de los ojos
de su madre, sus noches eran todas planas, insustanciales (Woody, p. 29).
Indudablemente, es en el formato del
cuento largo donde Álex Rivera destaca. Es allí donde su estilo —minucioso, moroso,
atento a los detalles físicos y psicológicos y a la construcción de atmósferas
verosímiles— alcanza efectos notables. En «Estupendo, Brod» se nos presenta la
historia de un personaje que, por azares del destino, se hace de un perro que
logra torcer su destino y ofrecerle algo de entusiasmo. En este relato, de excelente
factura, notamos la maestría de Álex para urdir una trama interesante,
trepidante, repleta de detalles que nos hace dar cuenta que el autor se tomó en
serio su trabajo narrativo e investigativo al momento de escribir un cuento. Lo
mismo sucede en «Lejana ciudad oriental durante una noche argentada de
estrellas», único relato donde podemos reconocer la ciudad de Arequipa mediante
la mención a espacios geográficos concretos —la mayoría de relatos suceden en
espacios anónimos, generales—; aquí, la historia autoficcional nos presenta la
relación de un joven profesor de francés arequipeño y su relación tierna y
aleccionadora con Adriana, una alumna joven proveniente de una clase social
acomodada. Las descripciones de la rutina y la interioridad del personaje, la
evolución en la personalidad de ambos y las críticas solapadas a su ciudad de
origen justifican enormemente la lectura del libro. Además, Álex mantiene a lo
largo de todo el cuentario una gran creatividad para describir a sus personajes:
Era una niña
de brazos largos como ganchos. Al igual que otras de su edad, su rostro y
maneras mostraban los primeros indicios del cambio que se gestaba dentro de
ellas: el acné en los pómulos y en las mejillas, la voz aguda e impaciente,
movimientos y gestos inseguros, a veces torpes o en pugna, propios de la niña
curiosa que, sin darse cuenta, se está convirtiendo en una adolescente altanera
(p. 120).
Mención aparte merece el cuento que
le da título al libro, «Deja que corra el agua», en donde mediante un uso magistral
de la elipsis —que nos recuerda a Raymond Carver— se relata el viaje de dos
novios hacia un lugar cálido de veraneo. Allí, el personaje masculino es
incapaz de asumir una decisión trascendental en su vida y en su relación, lo
que desencadena frustración en su pareja. Todo esto referenciado mediante
pequeñas menciones en los diálogos y las imágenes de los animales que circundan
el lugar.
Sin embargo, una vez leído el libro
en conjunto, se puede notar una falta de unidad. Hay cuentos que terminan
sobrando o que en su manufactura resultan irrelevantes. Es el caso de «Moraleja
de un juego» y «Cacería nocturna»; en ellos, la historia que se nos presenta no
justifica del todo el despliegue acumulativo de adjetivos, descripciones e información
que el narrador va presentando. Es decir, si el autor hubiera decidido
retirarlos, el libro conservaría un mejor balance general. Por otro lado, hay
en ciertos cuentos figuras retóricas repetitivas o exageradas, lo que resta
cierta solvencia a la lectura: «y el sol castigador de la ciudad persistía en
el cielo» (p. 64).
En general, estamos ante un libro
de cuentos notable, un ejemplo más que ilustrativo de que lo mejor de la
narrativa peruana contemporánea tiene en Álex Rivera de los Ríos a un
representante consolidado. La lectura de sus libros de cuentos se hace
imperiosa para todo aquel que se precie fanático de la narrativa corta.
Hacedor: Anthony Valdivia Valencia
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