KATRINA RAMOS: INSTINTO BESTIAL

 

KRISTINA RAMOS: INSTINTO BESTIAL

REGIÓN: HUANCAYO

AÑO DE PUBLICACIÓN: 2024

VALORACIÓN: LECTURA INTERESANTE (3.5/5)

EDITORIAL: PANDEMONIUM

Actualmente, hay un interés en explorar géneros que no han tenido una merecida relevancia dentro de la literatura peruana, como es el caso de los incluidos dentro de lo que se denomina como Ficción Especulativa (Terror, Fantasía y Ciencia Ficción). Uno de los tantos subgéneros que se pueden extraer de allí es el «gore», caracterizado principalmente por centrarse en la visceralidad y lo grotesco, además de darle importancia al cuerpo y las sensibilidades. Ya en algún momento, el autor Carlos Carrillo había explorado este género en su obra, siendo la más reconocida —y considerada un clásico en la literatura de terror peruana— Códice Infame (Pandemonium, 2020).  En esa misma línea se incluye el libro Instinto Bestial (Pandemonium, 2024). En el prólogo, Carrillo expone: «Kristina nos entrega esta joya negra e la literatura grotesca peruana, engarzada con aberraciones, mutilaciones, canibalismo, parafilias, y literalmente, litros de sangre por doquier (p. 13-14)».

Kristina Ramos nació en la región de Huancayo, y estudió psicología en la Universidad Peruana Los Andes. Participó en proyectos literarios como en la Revista Aeternum siendo coeditora, y publicó en diversas revistas y antologías en Perú y el extranjero, como «Letras y Demonios-revista digital» (2020), «El día que regresamos y Dismórfica Letras descarnadas» (2020), «Hiztoria del Perú» (2021) y «Ucronía» (2021) de la editorial Pandemonium, también en «El legado de Zaluster» de la editorial Altazor y en «XIII Exhumaciones extraordinarias a Poe de Maquinaciones Narrativas» y en la antología digital «Yawar: Cuentos sobre Vampiros Latinoamericanos» de la editorial Speedwagon Media Works.

En esta última publicación de Kristina Ramos, nos entrega una obra potente, a la que se debe acceder sin inhibiciones de ningún tipo. La deshumanización —simbólica o literal— se erige como eje central en el desarrollo de los trece cuentos, con personajes inducidos por experiencias traumáticas o algunas extrañas herencias de sangre, como sucede en «La venganza del cerdo», donde un niño marginado (a pesar de pertenecer a una familia con dinero) encuentra afinidad con los cerdos de su granja, siendo más un ajuste de cuentas que recuerda a los clásicos slashers del cine de terror; o en «Oveja Negra», que retrata la historia de una niña comprendida únicamente por su abuela con un oscuro secreto. Por otro lado, cuentos como «La carta» y «La carnicería» tratan sobre cómo un legado enfermizo y grotesco pasa de una generación a otra, movida por la necesidad de un placer fuera de los límites imaginados: «En ese instante sentí el placer y la satisfacción que sentía mi padre y le di un último tajo directo a la yugular (p. 71)».

Más formas de deshumanización se hallan también en la exploración de deseos oscuros —y románticos desde una perspectiva retorcida— o parafilias. En los cuentos «Desde las sombras», «Fantasía azul», «Jardín del Edén» y «Me quedo con tu dolor», movidos por un ideal amoroso y tétrico, dejan a su paso daños colaterales representados en números de víctimas de sus actos más aberrantes. En definitiva, el punto más fuerte de la antología son las parafilias y las descripciones bien pensadas y estructuradas. Narraciones como el ya mencionado «La carnicería» o «Cloacas» poseen imágenes muy duras y fuertes de leer:

Un instinto irrefrenable brotó dentro de mi ser y rompí su diminuto cuello por la mitad, arranqué su cabeza y la pasé por mis voluminosas nalgas, frotando de arriba hacia abajo, sintiendo cómo su hocico entraba en mi ano y derramé mis fluidos en un asqueroso orgasmo (p. 66).

Entre otras tramas con sus respectivas temáticas, encontramos una especie de continuación-reinvención moderna y creativa del clásico cuento de la Caperucita Roja titulado como «Abrigo rojo»; también hallamos una fuerte crítica social al maltrato animal en «Corporeum», situándonos en la perspectiva de una empleada, cuya ambición y fascinación por su trabajo en una empresa cuestionable nos lleva a reflexionar sobre hasta qué punto una persona podría normalizar actos tan deleznables como lo es el canibalismo: «Mis ojos brillaron al contemplar aquel maravilloso proceso. Me sentí afortunada. Ya visualizaba mi foto colgada en la entrada como empleada del mes (p. 104)». En «Bajo la piel», hallamos la historia de una simbiosis entre dos seres que se aman, fundidos con la ayuda de pequeños amiguitos reptantes. Y finalmente una forma exagerada, además de grotesca, de las consecuencias y el producto de un desorden alimenticio en «Hambre»: «Con el paso de los días se me antojaban nuevas cosas y empecé a consumir objetos pequeños fáciles de tragar (p. 80)».

En definitiva, lo más rescatable de esta obra se concentra en su capacidad para incomodar y desafiar al lector a través de sus temáticas contundentes, retándolo para saber cuál es su límite con imágenes impactantes que sobrepasan la línea de lo sangriento permitiéndonos ver cómo los placeres más ocultos, profundos y enfermizos (que solo podríamos imaginar de animales sin algún tipo de moral o ética) emergen sin ninguna restricción.

Sin embargo, a pesar de todos los aspectos positivos de esta antología, algunos relatos presentan ciertas limitaciones en su desarrollo, apostando más por trabajar las descripciones que llegan a su punto y se dejan disfrutar —o te pueden impactar—, pero siguiendo una forma convencional en su estructura narrativa. Aun así, el libro se puede considerar interesante, porque también es una muestra de renovación dentro de la literatura peruana, demostrando que aquí también se están explorando nuevas formas de narrar historias, siendo un punto de partida para la exploración de temáticas de este nivel a partir de una visión femenina, rompiendo brutalmente con el ideal conservador sobre lo que debería escribir una mujer.

Hacedor: Eduard Thost

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