VALERIA MONTES PASTOR: «LO QUE REALMENTE IMPORTA ES TU MUNDO PROPIO, TU PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD. ESO ES LO QUE ENRIQUECE UNA OBRA DE ARTE: LA PERSPECTIVA ÚNICA DEL AUTOR».

En la nueva literatura peruana, Valeria Montes Pastor* se ha posicionado como una voz más que interesante que explora temáticas y atmósferas distintas al acostumbrado canon nacional. Su última publicación, Oda a las polillas (Pandemonium, 2024) es un logrado ejemplo de la ficción especulativa producida en las regiones. En esta oportunidad, Sebastián Alva de El Hacedor conversó con ella.




Sebastián: ¿Qué se siente haber materializado tu primer libro? ¿Y cómo percibes que ha cambiado tu visión sobre la escritura?

Valeria Montes: En realidad, siempre sentí que la escritura formaba parte de mí, pero por mucho tiempo dudé de mis capacidades. No sabía si realmente tenía el potencial o si a alguien le interesaría leerme, y quizás por eso nunca consideré profesionalizarme o dedicarme a la escritura. Sin embargo, después de haber intentado con el teatro y haberlo dejado, encontré en el Máster de Escritura Creativa un nuevo propósito. Durante ese tiempo, sentí una profunda conexión conmigo misma y con lo que más me gusta hacer: escribir. Fue entonces cuando me di cuenta de que, independientemente de si soy buena o no, la escritura es algo que quiero hacer durante el resto de mi vida.

Desde entonces, busco siempre maneras de mejorar y profesionalizarme. Tener mi primer libro publicado es un gran logro, especialmente porque fue un reto. Marca el inicio de algo más. Estoy segura de que vendrán muchos proyectos, más libros y más historias, ya que mi deseo de dedicarme a esto sigue firme. Este libro, además, fue un proceso muy íntimo y personal. Desde que comencé a escribirlo —que fue alrededor del año 2022— hasta las correcciones finales, viví una experiencia absorbente. Hubo momentos en los que sentía que no podía vivir como una persona «normal», ya que mi mente estaba constantemente atrapada en esa ficción. Pensaba todo el tiempo en mis personajes y recorría una y otra vez el universo que había creado. Para mí, esa realidad ficcional era como una maqueta en la que me refugiaba.

Hoy, siento que poco a poco he salido de ese mundo interno para experimentar la realidad nuevamente, pero ahora tengo la intención de regresar a ese universo que me habita, a través de mi segundo libro. Siento que he salido de mi refugio para recolectar bayas, es decir, experiencias nuevas que nutran mis ficciones, pero ya siento la necesidad de volver a este.


Sebastián: ¿Se puede decir que has tomado mayor seriedad a la escritura?

Valeria Montes: Sí, totalmente, soy muy emocional en prácticamente todos los aspectos de mi vida, sobre todo en la escritura. Sé que eso es especial, pero que también tengo que trabajar y moldear esos arrebatos creativos. Todavía tengo mucho que aprender.


Sebastián: ¿Cómo fue tu experiencia en el proceso editorial?

Valeria Montes: En primer lugar, quiero expresar mi enorme gratitud por la oportunidad que se me dio, especialmente siendo una autora novel. Estoy muy feliz de que hayan apostado por mi texto tal como es, sin realizarle cambios, algo que para mí fue fundamental. También me siento agradecida de que Pablo haya escrito el prólogo, ya que él fue el director de mi Trabajo Fin de Máster (TFM) y desempeñó un papel clave en todo este proceso; en gran medida, todo esto es gracias a él. Sin embargo, soy consciente de que hay decisiones editoriales que están fuera de mis manos. Dado que aún soy bastante inexperta, sentía mucho temor de sugerir ideas o involucrarme más de lo que consideraba adecuado.

Por ejemplo, en esta ocasión no pude elegir el diseño de la portada ni del interior del libro. Esas fueron decisiones de la editorial. A futuro, me gustaría poder involucrarme más en estos aspectos y siento que estoy ganando confianza poco a poco para proponer mis ideas. Puede que no siempre tenga la última palabra, pero me gustaría ser escuchada, ya que considero que el arte que acompaña a la escritura es tan importante como la propia palabra. Me veo a mí misma como una artista interdisciplinaria, y para mí, tanto la escritura como el arte visual son elementos esenciales que se complementan mutuamente.


Sebastián: Eso es verdad, porque muchos de tus pasajes en el libro dan idea de que el autor imagine.

Valeria Montes: Personalmente, me gusta mucho sugerir ideas y dar espacio para que el lector interprete de manera subjetiva mis creaciones. Creo que es una forma de invitar a la imaginación y al pensamiento personal de quien lee. Por eso, me habría gustado que se prescindiera de las imágenes interiores del libro, ya que prefiero que cada lector cree sus propias imágenes en la mente, según su percepción y su experiencia. De alguna manera, quiero que cada quien se adentre en el texto de forma única. Me gusta darle a quien me lee la oportunidad de evocar e imaginar.

 

Sebastián: ¿Que te animó al final del día decidirte por escribir? Porque has mencionado que eres una escritora interdisciplinaria que has estudiado artes escénicas. ¿En qué momento sientes que surgió el cambio?

Valeria Montes: Siempre me he sentido muy apasionada por las historias, las ficciones, los personajes, y por mucho tiempo pensé que la actuación era mi forma de involucrarme con todo esto. Desde pequeña, creía que ese era mi lenguaje artístico, aunque también experimenté con la danza, la música y el dibujo; así que, durante años, pensé que esa era mi verdadera carrera. Sin embargo, en el camino, distintas circunstancias me comenzaron a alejar de esta pasión. De pronto, actuar, que era lo que más me fascinaba, se convirtió en una tortura para mí. Comencé a tener problemas de timidez que eran difíciles de manejar. A eso se sumaron enfermedades crónicas que me restaban la energía necesaria para ensayar o hacer varias funciones. Actuar requiere una consciencia impecable de la corporalidad y me encontraba en una etapa en la que ni siquiera me sentía dueña de mi cuerpo. Era una autómata. Estaba devastada y fue difícil aceptar que esto ya no era para mí, ya que había invertido mucha energía y años en mi formación como actriz. Sentía que había perdido el único talento o habilidad que tenía. No sabía qué hacer ni para lo que era buena. Solo seguí con la carrera y me prometí que, una vez esta finalizara, no volvería a actuar. Para hacer esto más tolerable, comencé a llevar cursos electivos de otras carreras. Ahí comencé a interesarme en el cine y la fotografía. Tuve un periodo de experimentación personal muy valioso antes de toparme con el Máster en Escritura Creativa de la UNIR. Hoy en día, la escritura es mi principal línea de carrera, y me gustaría seguir dedicándome a ello, aunque también me mantengo abierta a nuevas posibilidades.

 

Sebastián: Hay quienes catalogan inmediatamente tu novela como gótica o algunos lo relacionan con Edgar Allan Poe. ¿Estás de acuerdo con ello?

Valeria Montes: Yo apuesto mucho por la sutileza y por las interpretaciones subjetivas, por lo que decir si estoy a favor o no de una etiqueta iría en contra de esa idea. Sin embargo, reconozco la influencia de Edgar Allan Poe, pero debo ser honesta: no está entre mis autores favoritos. No siento una conexión tan directa entre mi obra y él como muchas personas suelen hacer de manera casi instantánea. Con quien sí podría decir que me identifico es Eugene O'Neill. Siento una conexión profunda con su obra, sobre todo por su aire trágico y los matices que presenta en su teatro. O'Neill tiene momentos de dulzura y ternura que, al combinarlos con su tragedia, lo hacen aún más conmovedor. Lo que más me inspira de él es cómo muchas de las experiencias de su vida le sirvieron para escribir. Eso es algo con lo que me identifico completamente, ya que, al igual que él, tomo muchas de mis vivencias para nutrir mi escritura.

 

Sebastián: ¿Cuáles son los otros referentes literarios, cinematográficos, artísticos o musicales que enriquecen tus novelas?

Valeria Montes:

Yo me considero una artista muy híbrida y además ecléctica, no tengo ideas fijas o preconcebidas, me gusta aprender de todo un poco. Cada interacción, sea con algo o alguien, me nutre como creadora, incluso aunque esta pueda ser dolorosa.

Creo que he crecido mirando al mundo desde sus rincones, como si fuese un animal de presa, y eso me ha convertido en una gran observadora. Soy muy receptiva al entorno, tanto ante diversas obras de arte como a la vida misma.

Tengo referentes teatrales, porque yo comencé leyendo teatro, sobre todo teatro clásico como Shakespeare. Uno de mis dramaturgos favoritos por muchos años fue Arístides Vargas, a quien pude conocer cuando vino a Arequipa hace años. Me encantaba su manera de escribir, su sensibilidad, y me gustaban muchísimo las temáticas que aborda. Él habla mucho sobre el olvido y la memoria. Son temáticas que hasta hoy sigo abordando. A O’Neill lo descubrí en el primer y único taller de escritura que llevé antes de comenzar el máster. Este fue un taller de guion cinematográfico con Esteban Cueto, que al dar una primera leída a mi guion me dijo que era muy trágica y me aconsejo leer a O’Neill. Me enamoré de ese escritor porque me identifiqué muchísimo con él. Es considerado el padre del teatro estadounidense y el trabajo de sus sucesores, como Tennessee Williams, me fascina. De hecho, El zoo de cristal fue uno de los referentes directos de Oda a las polillas, al igual que De repente, el último verano. Esta última obra también está siendo un referente para mi segundo libro.

Me gusta muchísimo Rosario Ferré. Siento que Casa Laguna influyó en mí, al igual que distintos títulos de Zoé Valdés. Ella me fascina como narradora y poeta. Creo que es mi autora favorita. También me encanta Emil Cioran. Incluso reconocería cierta influencia de Keiko Nagita, que es la autora de Candy, en Oda a las polillas. Recuerdo que, cuando estaba estudiando el máster, encontré una versión novelada del manga hecha por la misma autora. Había sido publicada recientemente, tal vez en 2020, y no tenía ni idea. La compré apenas la vi en una librería.

Recuerdo que poco después de que mi mamá muriera, en 2016, comencé a ver la serie animada de Candy Candy de inicio a fin. Siento que conecté mucho con ella por el estado emocional en el que me encontraba. Leer esta historia de manera novelada en el proceso de escritura de Oda a las polillas me inspiró muchísimo. Quizá muchos no lo recuerden de esta forma, pero la historia de Candy es muy trágica, en ella hay muchísimo sufrimiento, pero aun así tiene matices de dulzura y ternura, incluso hasta toques cursis y románticos. Es así como visualizo Oda a las polillas y mi propia vida. Soy muy naive.

En cuanto al cine, me fascina el cine de Europa del Este, sobre todo el de la Nueva Ola Checa. También el cine de autor, porque, más allá de ver historias que pueden ser muy buenas, me gusta ver cómo son plasmadas estas historias; me gusta que la gente plasme su mundo interno en lo que hace. Eso para mí es muy enriquecedor y siento que lo he encontrado en el cine de esa parte del mundo. A veces fantaseo con estudiar cine en Praga.

También la música me inspira mucho, escribo escuchando a Pauchi Sasaki y tuve la oportunidad de verla en vivo, en el espectáculo “ARTEMIS Vol.5.1”, antes de hacer todas las correcciones de Oda a las polillas. Sentí que podía flotar en ese momento. Nunca había sentido tanta paz. Incluso llegué a pensar que, de poder elegir mi cielo cuando muera, sería ese concierto.

Estos son solo algunos de los referentes que vienen a mi mente en este momento. Son tantos que sería imposible mencionarlos a todos. Solo puedo decir que me siento dichosa de haberme topado con ellos y que quizá, con este breve recuento, puedan darse una idea de que tengo un gusto muy amplio. No me gusta limitarme con etiquetas tanto en el rol de creadora como en el de espectadora.


Sebastián: ¿Quizás podrías comentarnos si estás empezando con algún otro proyecto o tienes alguna otra idea?

Valeria Montes: Claro, no sé qué registro tendrá este libro, pero lo que sí puedo adelantar es que será muy trágico, aunque también muy dulce, como creo que es mi estilo. Tendrá ciertos matices existencialistas y pesimistas.

Como ya mencioné antes, entre mis referentes se encuentra De repente, el último verano (1958) de Tennessee Williams, pero también podría mencionar: Las vírgenes suicidas (1993) de Jeffrey Eugenides, Dormir al sol (1973) de Adolfo Bioy Casares, La campana de cristal (1963) de Sylvia Plath, Inocencia interrumpida ( 1993) de Susanna Kaysen, Prozac Nation (1994) de Elizabeth Wurtzel y Mi año de descanso y relajación (2018) de Ottessa Moshfegh.

Cualquiera que busque un poco sobre estos libros podrá identificar fácilmente cuál será la temática principal de mi obra. Es una temática que también aparece en Oda de las polillas y que también afecta mi vida.

 

Sebastián:¿Cuál es tu opinión sobre la literatura peruana contemporánea?

Valeria Montes: Estoy muy sorprendida porque hay mucho más de lo que habría imaginado en un inicio. Gracias a esta primera publicación he podido conocer a personas que admiro mucho y de las cuales estoy aprendiendo. Siento que hay muchas voces, cosa que me parece interesante. Quizás se le da más prioridad hoy en día a las temáticas sociales y políticas, pero fuera de esto hay tantas cosas pasando que no deberíamos de darle solo foco a eso.

Una autora contemporánea que me fascina es María José Caro, a ella la leí por primera vez con ¿Qué tengo de malo? (2017) y me identifiqué muchísimo. Podría decir que mi autora peruana favorita es Sonia Cunliffe, fue invitada a una sesión de un taller virtual de Petroperú que llevé hace algunos años. Quedé embelesada al oírla. Me fascinó la manera cómo había llegado a la escritura. Me identifiqué de algún modo. Ambas habíamos llegado por cuestiones de azar al terreno de la escritura. Según lo que recuerdo, ella se dedicó a la educación inicial por gran parte de su vida, para después explorar distintos lenguajes artísticos, comenzando por el archivo fotográfico. La admiro muchísimo por la forma en la que se aproxima al arte. Escribe, pero también realiza proyectos relacionados a otras ramas del arte.

Me enamoré de la portada de su libro. ¡Tenía una muñequita recortable! Tuve A la izquierda, en el desvío (2022) en mi lista de pendientes por un buen tiempo hasta que pude leerlo. Es precioso. Me encantan sus toques naive, al igual que las imágenes que evoca. Tiene un manejo del lenguaje maravilloso, con el que transmite muchísima ternura, pero también humor e incluso tensión y tristeza. Me fascina que este libro sea sobre la infancia, especialmente de la suya propia. Esta es una de mis temáticas favoritas. Me identifiqué con la niña de esos cuentos, con sus zapatos ortopédicos, como los que yo usaba de pequeña. Ese libro me atrapó. Es todo lo que puedo decir.

 

Sebastián: ¿Cómo fue tu experiencia durante el Máster en Escritura Creativa?

Valeria Montes: Creo que el máster fue un mundo aparte. Aunque fue virtual, durante ese año me sentí como si estuviera en España y realmente percibí una gran diferencia en comparación con la academia peruana, especialmente en lo relacionado con las humanidades y las artes. Uno de los motivos por los que me desanimé con la actuación y las artes escénicas fue que muchas de las propuestas que tenía durante mi pregrado no eran tan valoradas por no tener un enfoque político o social. Si bien entiendo que hay personas que prefieren incorporar estos elementos en sus obras, no creo que el no hacerlo signifique desconectarse de la realidad. Y al final, si estás desconectado de la realidad, ¡no importa! Porque lo que realmente importa es tu mundo propio, tu percepción de la realidad.

Eso es lo que enriquece una obra de arte: la perspectiva única del autor. Me sentía bastante limitada en muchos aspectos, y creo que, en varias ocasiones, cuando tenía un proyecto en mis manos, este terminaba casi siempre en manos del docente, quien quería moldearlo a su manera, dejando de lado mis emociones o expectativas iniciales. Eso generaba una sensación de no poder expresarme libremente y de que mi visión quedaba subordinada a la de otra persona, lo cual me desmotivaba.

Para mí el master fue muy diferente porque la teoría era amplia, pero nunca te obligaba a pensar en una sola cosa, sino simplemente te mostraba varios puntos de vista para que tú mismo formes tus propias ideas. Te daban las herramientas para que crearas tu visión, por eso me sentía libre, escuchada y valorada.

El hecho de realizar el Trabajo Fin de Máster (TFM) con la ayuda de Pablo fue una de las etapas más lindas de mi vida. Algo que le dio un aura aún más simbólica a este proceso es que recuerdo que la primera asesoría del TFM cayó justo en el día de mi cumpleaños. Fue maravilloso no solo encontrarme con una persona que estaba muy preparada y que tenía un bagaje diverso para guiarme, sino que también estaba dispuesta a ayudarme a encontrar mi propia voz. Él estaba dispuesto a ser mi compañero y hallar mi propio lenguaje. Siento que florecí a su lado. Es una figura que me ha ayudado muchísimo. Cada vez que tengo oportunidad, le recuerdo la gratitud infinita que tengo hacia él, pero no sé si es capaz de cuantificar todo el impacto que tuvo, tanto en mi carrera como en mi vida. Es probable que la primera vez en la que me haya sentido valorada como persona y creadora haya sido en aquél espacio virtual que para mí es tangible y atesoro en mi alma.

 

Sebastián: ¿Cuál consideras que es tu proceso a la hora de escribir?

Valeria Montes: Creo que tengo dos procesos bastante distintos. El primero es más espontáneo. Estoy en una situación, con alguna persona, en algún lugar, y algo me inspira. Entonces decido tomar una nota, ya sea en el celular o en una agenda. Es una nota que no sé qué va a ser después. No sé si terminará siendo parte de un libro, un poema, un aforismo… no tengo idea. Pero es algo que hago casi a diario, de manera inconsciente. El segundo proceso es más estructurado y enfocado. Es cuando me siento a escribir con una idea más clara en mente. El primer proyecto que tuve de esta manera fue Oda de las Polillas y desde el principio tenía muy claro lo que quería hacer, aunque algunas cosas no estaban completamente definidas. Lo que sí sabía era lo que quería transmitir, la atmósfera que quería crear. De hecho, el título fue una de las primeras cosas que vino a mi mente. Durante todo el proceso de escritura, desde el máster —incluso después de este—, y hasta el proceso de revisión después de la publicación, estuve muy receptiva a lo que me rodeaba, buscando qué cosas de la vida misma o de las obras de arte podrían inspirarme. Creo que un creador siempre está en esa búsqueda constante. Uno está receptivo al entorno, y, en mi caso, trato de ser lo más receptiva posible a todo lo que atraviesa por mis sentidos.

Este segundo proceso de escritura es más «parametrado», en el sentido de que me siento a escribir con una intención más definida. Debo tener disciplina, pero me gusta hacer las cosas a mi ritmo, con lentitud y paciencia. También me gusta tomarme pausas para meditar, escuchar música, e incluso, a veces, me dan ganas de bailar o de hacer algo con el cuerpo. Soy una persona muy visual, y muchas veces, cuando estaba escribiendo Oda a las Polillas, si tenía algo en mente, pero no era muy concreto, me ponía a buscar imágenes en distintas webs, como Pinterest o Instagram. En Instagram, por ejemplo, tengo carpetas con referencias visuales para todos mis proyectos y he intentado entrenar a mi algoritmo para que me proponga nuevo material para guardar en estos archivos. Cuando sentía bloqueos, buscaba esas reminiscencias visuales para lo que quería plasmar, y eso me nutría mucho. Es un proceso muy conectado con lo que siento y veo, y me gusta que todo esté en constante fluidez y cambio. Es como un diálogo entre lo que percibo y lo que estoy creando.

Cabe recalcar que durante ese proceso también hice una serie fotográfica a manera de diario de escritura, ya que parte de mi proceso de escritura constaba visitar lugares que tenían la atmósfera que yo buscaba transmitir, entre ellos la casa de antigüedades La Colonial que fue como la musa para este proyecto.Tomé muchísimas fotografías con cámaras analógicas y digitales. En muchas ocasiones recurrí a ese propio banco de imágenes para escribir y es por eso que  muchos personajes salen de esas fotografías.

 

Sebastián: ¿Qué consejos le darías aquellos animados a meterse a esta larga odisea que es escribir desde tu experiencia como escritora?

Valeria Montes: Yo les aconsejaría que se permitan sentir y se mantengan receptivos al entorno, que busquen una voz propia. Para mí eso es lo más importante de la escritura y lo que me llama la atención. Incluso más importante que una buena historia, es el mundo interno que estoy conociendo. Eso es muy interesante y muy estimulante. Yo escribí este libro dudando mucho de mí, sin saber si a alguien le gustaría o si sería bueno, pero siempre me repetía a mí misma que estaba haciendo lo que yo quería. Después de haberme sentido tantos años limitada en la carrera de pregrado, sentía que por primera vez podía crear algo para mí y por mí. Decidí hablar sobre las cosas que más amo y me conmueven, pero también de mis temores y pesares. Estaba hablando sobre mí. Sobre mi vida. Sobre las personas que alguna vez conocí y quedaron prendidas en mi memoria. Sobre objetos antigüos que he rescatado de distintos lugares y me acompañan desde los estantes de mi cuarto. Oda a las polillas es mi corazón en papel. Cada que dudaba de mí, me repetía que quizá no estaba escribiendo el mejor libro, pero estaba haciendo algo único y que me reflejaba.

Yo creo que es gracias a este gesto de abrir de par en par las puertas de mi mundo interno ha logrado que este libro conmoviera a tantas personas y quizás esto suene pretencioso, no lo digo con esa intención, pero para mí Oda de las polillas es uno de mis libros favoritos, porque tiene muchas cosas que me fascinan y es imposible no identificarme con él. Lo digo porque me apasiona todo lo que puse ahí. Creo que siempre uno tiene que sentirse orgulloso con su trabajo y no solo escribir, sino también leer, y ahí viene la importancia de la reescritura y la revisión, eso es muy importante y muchas veces eso se deja de lado, porque la gente escribe y no revisa nunca lo que hizo.

 

Sebastián: ¿Qué obra estás leyendo actualmente? ¿Y qué opinas de ella?

Valeria Montes: En lo que va del año, he estado intentando combinar un libro de prosa con uno de versos. No me había animado a leer más de un libro en simultáneo antes. El mes pasado estuve leyendo poemas de Las flores del mal en la mañana y antes de dormir, como si fueran una especie de oraciones, y a lo largo del día he estado leyendo Elogio de la locura. Este mes he mantenido esa dinámica con poesía selecta de Apollinaire y La mujer que soy, la autobiografía de Britney Spears. Contrario a lo que muchos podrían pensar, es un gran texto y se relaciona con los que mencioné previamente como referentes para mi segundo libro, al igual que Paris: The Memoir, la autobiografía de Paris Hilton, que es la próxima en la lista. Creo que existe una forma de sororidad, un vínculo muy íntimo entre las mujeres que han luchado con su salud mental y se atreven a contar su historia, y aquellas lectoras que también enfrentan esa misma batalla. Es una forma de contención mutua. Así lo siento.

Yo creo que uno tiene que ser lúdico con las lecturas y no tener ideas preconcebidas de baja o alta literatura. Creo que todo nos puede servir y sobre todo si es algo con lo que realmente conectamos y disfrutamos leer. A mí un día me van a encontrar leyendo filosofía pesimista y, al día siguiente, leyendo Kardashian Konfidential, la autobiografía de las Kardashians. Al final de todo, ¿por qué no? Uno tiene que ser receptivo y aceptar que puede encontrar inspiración incluso en lo más “banal”.

 

Sebastián: Bueno, eso va a ser una obra muy interesante de leer, una opinión cruel con respecto a ello proviene de Alan Moore que dice «lean malos libros, porque de ahí hay muy buenas ideas, pero mal ejecutadas».

Valeria Montes: Yo creo que a veces hay muchas pretensiones con respecto a la lectura. No siempre uno tiene que leer para “culturizarse” o formarse sobre la realidad nacional. Uno puede leer simplemente para entretenerse y eso está bien. El descanso, la evasión e incluso el humor son elementos importantes de la vida que también pueden darnos enseñanzas.

Como he mencionado antes, soy muy ecléctica, tengo referentes variados y diferentes entre sí. Creo que eso me brinda la particularidad que se ha podido manifestar en Oda a las polillas. Me gustan los matices, siento que eso le da complejidad a lo que escribo y que no podría lograrlos si no me permitiera acceder a lo que me interesa por prejuicios o etiquetas. Yo creo que eso es uno de mis puntos fuertes. Quizá algunos pensarán que no me tomo tan en serio esto, porque, como he dicho antes, tengo una actitud muy lúdica y fresca ante la lectura y escritura, pero creo que esto forma parte de mi proceso creativo y de mis ideales.

Sebastián: ¿Tendrías alguna opinión extra?

Valeria Montes: Bueno estoy muy agradecida, emocionada e incluso sorprendida de que hayan decidido darme este espacio para permitirme hablar sobre mi libro y estoy feliz con lo que haya podido transmitirle.

 

*

Valeria Montes Pastor (Lima, 1999) es una artista interdisciplinaria criada en Arequipa. Pertenece a la primera promoción de la carrera de Artes Escénicas de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Es magíster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja (España). Su exploración artística, además de la escritura, abarca disciplinas como el cine, la fotografía, las artes performativas, el arte textil y el anticuarismo.

Como autora literaria, participó en la selección Ellas escriben (exploran, imaginan, se atreven)Muestrario 2023 del laboratorio de escritura dictado por Kathy Serrano, publicado online bajo el sello editorial del Centro Cultural Petroperú. Asimismo, es una de las autoras de la antología XIII exhumaciones extraordinarias Poe (2024), que tuvo a José Donayre Hoefken como editor y curador.

 

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