JASMIN CARMINA: DESDE AQUÍ TODO ES FIN
JASMÍN CARMINA: DESDE AQUÍ TODO ES FIN
REGIÓN: CUSCO
AÑO DE PUBLICACIÓN: 2024
VALORACIÓN: LECTURA NECESARIA (4/5)
EDITORIAL: LABORATORIO
Hay veces en el que uno mira el Perú con
una mirada triste, desencajada. Así como lo hace Zavalita en Conversación en
La Catedral de Mario Vargas Llosa. Pero el problema es que Zavalita es limeño.
El problema es que cuando uno siente que no hay otro camino, se somete a la
resignación. Lo mismo, puedo decir, sucede en la literatura.
La mayoría de escritores han sido
sofocados por los grandes. En narrativa, Mario Vargas Llosa. En poesía, César Vallejo.
No quiero decir con esto que nuestra literatura carezca de originalidad. No. Es
más, gracias a ellos es que hemos alcanzado una gran originalidad. Y no solo
ellos. Todos los poetas y narradores que han nacido y bebido de esta tierra,
han creado algo original. Pero a su tiempo. El tiempo no escatima sus
problemas. El poeta nace ahí, para desenvolverlas y darles vida. Los problemas
no solo son sociales. Los problemas también recaen en la forma de ver la
belleza.
Pero ¿quién no es social en el Perú? Su
historia demuestra una larga carga de problemas, pero también de soluciones. Un
poeta que nace en este país, indudablemente, no puede ignorar esa gran carga,
de contestar a las élites, y formarse con un carácter revolucionario. Ahí nace
la esencia del poeta. Y Jasmin Carmina no es una excepción de lo ya expuesto.
Su primer trabajo, Desde aquí todo es
fin (Laboratorio, 2024), es un poemario que cuestiona nuestro ser: Yo no
/ soy nada santa Maca patrona / de los descuidos, pero quiero / ser hijo de mi
padre y carajear / lo que él carajea. Quiero creerme en el derecho de /
guerrear (p. 48); nuestra responsabilidad en buscar nuevas formas de
expresión: Porque ocupar sintagmas sofoca la nigromancia lucerina que me
cargo, como si tu lengua me cupiera en la exhalación y con eso tuviera
suficiente para saberme entera (p. 58); nuestra identidad:
Juguemos a patriarnos y licoriemos por ser
/ hombres y no aves. A callar el ande de la / lengua, picchar el silencio y
tragarlo con siete / vasos de chelas. Si dos kilométricos siglos nos / separan
para qué volver a perder el tiempo, yo / no soy indio. Juguemos a patriarnos y
licoriemos por ser / hombres y no alados (p. 36).
Y, sobre todo, el significado de patria:
Desde el arriba todo es claro, los ríos
repasan la tierra buscando la patria / que solo encuentran en un ciclo. […] «Es
tarde ya» / Y entonces retornó al útero cavernoso que alguna vez llamó patria
(bis) […] Entonces la patria se desentendió de la tierra, y sin más brincó al
río (p. 15).
Lo curioso de este poemario son los temas
que propone, vinculados con algunos trabajos artísticos hechos por la misma
autora: el collage. Dichos temas, como la patria, la idea de nación (p. 46), la
desterritorialización:
Juguemos a patriarnos / A deshacernos del
piojillo andino / pichincha de nuestra condición de palabreros ajenos paisajes
gorjeos cheleros saturaciones / enlanadas caldura silenciada […] Así mi cráneo
entero, rojinio y rebajado hasta el momento, se hincó de humos hasta hacerse
azul capitalino (p. 35).
O también el tema del conflicto armado
interno:
Y otreando lo ajeno, empecé a restaurar lo
que habían sido así no más un hombre, un caballo, un jinete, y el cielo. Fueron
nueve almas reconstruidas pero la última era pura ausencia, le faltaba todo: Lo
de arriba, lo del costado, lo de adentro. Ese era mi hijo, o al menos una
partecita (p. 67).
Trayéndonos el recuerdo de lo que fueron
las desapariciones, no solo por el PCP-SL, sino también por parte de las
fuerzas del orden, que debían de protegernos. Y este tema se vincula mucho con
los pobladores de los andes, pues fueron ellos (y siempre son ellos), los
anónimos, los que siempre terminan siendo masacrados:
Ahab más fuerte que nunca nadó hasta la
casa de todos los campesinos a sacarlos de la oreja, o de donde los cogiera,
hacia la plaza del pueblo. Esas almas tintineaban, en esa lengua que no
tintinearé, los lamentos más azules que jamás escucharé… Aquella noche Ahab
masacró todo murmullo de un arponazo seguido de otro, después de dos horas ya
nada se escuchaba en el cañón de Ayacucho, solo el lamento de un hombre que
respiraba mejor que nunca entre el rojino mar de la masacre. Yo no supe que decir,
la verdad es que hasta ahora, no sé decirlo bien (p. 45).
En fin, el poemario busca —como lo dice la
misma autora en la dedicatoria— el verbo. El verbo se hace carne. O, mejor
dicho, se hace cuerpo. Jasmín logra con este poemario hacerse cuerpo, un cuerpo
que siente con los demás. No solo con las víctimas de las crueles guerras por
las que pasó nuestro país, sino también con los victimarios. El país no solo
debe de sumirse en el odio. El proyecto de nación debe de nacer de la
reconciliación, de saber nuestra historia y cicatrizar las heridas que la
mayoría de nuestros líderes políticos prefieren no cerrar, pues ganan con ello
una campaña basada en el terror y el miedo. Jasmín crea una obra, de necesaria
lectura, para volver a reformular lo que significa el Perú, y con ello su
historia.
Hacedor: André Gutiérrez
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