ENTREVISTA A ÁLEX RIVERA DE LOS RÍOS
ÁLEX RIVERA DE LOS RÍOS: «EL AUTOR QUE PIENSE QUE ES BUENO O GENIAL PORQUE TRES JURADOS ADORMILADOS Y CASI OBLIGADOS CONSIDERARON QUE SU NOVELA O CUENTO SE AJUSTABAN A LAS BASES DEL CONCURSO, ES UN REVERENDO TONTO».
Autor de dos libros de cuentos, Nena (La travesía, 2013) y Deja que corra el agua (Surnumérica, 2021), y pronto a publicar su tercer conjunto de relatos, Álex Rivera de los Ríos* es un autor comprometido con el oficio de escribir y con la vocación literaria. Sus cuentos son una muestra indudable de lo mejor que tiene la literatura peruana de los últimos tiempos. A continuación, presentamos la entrevista que el grupo de El Hacedor tuvo con él a propósito de su obra narrativa y reflexiones literarias.

Anthony: Álex, tu primer libro Nena (2013) fue una introducción a tu estilo, pero Deja que corra el agua (2021) muestra un autor diferente. ¿Cómo describirías la evolución de tu escritura en estos diez años? ¿Qué cambios consideras los más significativos en tu manera de abordar la narrativa?
Álex: Los cambios, si los hay, se deben
a dos cosas: las lecturas y las nuevas vivencias. En mi primer libro quise
reflejar eso: las influencias de mis primeras lecturas (Vargas Llosa, Martín
Adán, Faulkner, Ribeyro, Reynoso), así como las imágenes y experiencias acumuladas
en la niñez y adolescencia. En Deja que corra el agua (2021) hice lo mismo,
pero esta vez con la carga de la adultez de por medio. En todo caso, mi obsesión
primaria por el lenguaje y las estructuras devino en un deseo de profundizar en
la psicología de los personajes.
Anthony: Los personajes de tus relatos están marcados, en su mayoría, por un profundo sentimiento de desolación. ¿Qué tipo de personajes te gusta describir más? ¿Tienes alguna predilección al momento de elegirlos?
Álex: Ya son muchos lo que me han dicho
lo mismo: que mis personajes son tristes, desencantados, desolados, etc. Es
raro, porque al momento de imaginarlos y diseñarlos los imagino como tipos
entretenidos, incluso interesantes, que están a punto de vivir algo diferente o
aleccionador. No es que me gusten los personajes de ese perfil, pero me imagino
que son con quienes más me identifico y, por ende, por quienes más cariño
siento. Si me dieran a elegir un tipo de personaje ideal, sería Robinson
Crusoe: aventurero, atrevido, ingenioso, muy humano y, pese a todo, optimista.
Anthony: En Deja que corra el agua, los relatos parecen estar construidos sobre detalles pequeños pero muy significativos. ¿Qué tan importante es para ti el detalle físico y psicológico de los personajes al momento de crear una atmósfera convincente?
Álex: Es muy importante. El cuentista se hace de detalles. Las herramientas que haya agrupado durante su oficio (en su mayoría, las de un orfebre), le permiten afrontar la historia y conseguir resultados. En el caso de la novela, en cambio, las herramientas se parecen más a las de un escultor, a las de un maestro de obra.
Anthony: ¿Qué tan relevante es para ti la memoria en la construcción de una historia?
Álex: He recurrido a los recuerdos en
casi todas las historias que he contado, o al menos en aquellas con las que me
he sentido más identificado. Por suerte, también son las que más han gustado a
los lectores o, en todo caso, las que mejores opiniones han generado. Sin la
memoria, sin el constante recuerdo o intromisión de imágenes del pasado,
perdería un gran aliciente para escribir.
Anthony: Mencionas en Lejana ciudad oriental durante una noche argentada de estrellas a la ciudad de Arequipa. ¿Qué papel juega tu ciudad natal en la formación de tus relatos? Especialmente en los más autoficcionales. ¿Incluyes a la ciudad en tus futuros proyectos narrativos?
Álex: Ese es el cuento más largo que he
publicado hasta el momento. También es uno de los que más me divirtió crear.
Quise usar un personaje con mi nombre y con experiencias parecidas a las mías
por una simple razón: porque noté que hacerlo ayudaría a impulsar la historia
de fondo, y nada más. No me interesa la autoficción en sí misma, ya que de
algún modo u otro escribo sobre mí en cada personaje e historia que construyo.
Arequipa, como espacio literario, siempre me pareció una zona gris. Me era difícil mencionar sus calles y paisajes, porque durante mucho tiempo esos elementos no significaron nada para mí. Cuando era adolescente y empecé a escribir, mi mayor deseo era vivir en una ciudad más interesante. Eso no se pudo, y tuve que resignarme. Luego, con la adultez, se dio una especie de reconciliación literaria con mi ciudad. Pero una reconciliación negativa, diría yo, porque me di cuenta de que gracias a la escritura podría describir ese lado que no sale en las postales: su mediocridad, su grisura luminosa, su vocación de celda monástica y, claro, su gran belleza culposa. En todo caso, mi perspectiva frente a Arequipa ha cambiado y ahora la tengo muy, muy presente en mis historias.
Anthony. Has mencionado en diversas entrevistas que el proceso de escritura es algo arduo para ti. ¿Cómo te enfrentas a la dificultad de plasmar tus ideas en palabras y cómo decides cuándo un relato está terminado?
Álex: Un día sin escribir es un día
perdido. Es lo que me digo siempre, a pesar de que hay periodos largos en que
dejo de escribir. La única forma de no sentirme un hipócrita es escribiendo.
Cuando lo hago, soy un escritor. Después, no soy más que un tipo intentando
ganarse la vida. Corregir, creo, me gusta más que escribir. Por eso corrijo
siempre.
Anthony: En el cuento que da título a tu libro, Deja que corra el agua, utilizas la elipsis para crear tensión en la relación de los protagonistas. ¿Cómo decides el momento adecuado para no narrar todo y dejar que el lector complete los vacíos?
Álex: En el caso de ese cuento, la
intención era emular lo que hizo Hemingway en Colinas como elefantes blancos.
Es decir, ocultar el dato más importante de la historia (el futuro aborto de la
protagonista) mediante diversos recursos, reflexiones o distracciones. Hice
muchos ensayos, pero no pude plasmar nada. Pero nuevamente las vivencias y los
recuerdos me ayudaron. Al final, «Deja que corra el agua» cuenta la historia de
una pareja que realiza un pequeño viaje de fin de semana a un pequeño pueblo. Los
personajes ríen, discuten y hasta se accidentan, pero el dato más importante
(el deseo de la protagonista de quedar embarazada) se mantiene firmemente
oculto. Digamos que me salió algo contrario a lo de Hemingway (aborto versus
embarazo), pero ya estoy acostumbrado a esos dislates. El cuento se hace de
luces y sombras, y a veces solo mostrar una pantorrilla seduce más que hacer un
striptease en plena plaza.
Anthony: ¿Cómo describirías un libro de cuentos logrado? ¿Es importante para ti que haya una coherencia temática o prefieres mantener una cierta diversidad en cada historia?
Álex: La coherencia y unidad son
importantes en un libro de cuentos, pero últimamente veo que se ha exagerado
mucho al respecto. Por esa búsqueda minuciosa de unidad se ha perdido la
naturalidad que debe tener una historia bien contada. Y quizás esa sea la razón
de que hoy en día abunden los libros de cuentos armados con brillantez, con enorme
despliegue de técnicas, pero con una carencia de vida que realmente
aburre.
Anthony: Los concursos literarios y las inclusiones en antologías fueron parte importante de tu camino como escritor. ¿Qué significan para ti estos espacios de visibilidad en tu desarrollo profesional y creativo? ¿Son importantes en la formación de un autor?
Álex: Son importantes, claro. Por el
dinero, por la posibilidad de convencer a un editor de que te publique o para
vender más ejemplares. Nada más. ¿Por reconocimiento al verdadero talento o
sentirse superior a otros? Jamás. El autor que piense que es bueno o genial
porque tres jurados adormilados y casi obligados consideraron que su novela o
cuento se ajustaban a las bases del concurso, es un reverendo tonto.
Por otra parte, las antologías,
revistas y páginas literarias son una gran ventana para encontrar lectores y
ensayar antes de publicar.
Anthony: Finalmente, ¿podrías recomendarnos tres libros?
Álex: Cementerio de barcos (2019), de
Ulises Gutiérrez Llantoy. Un novelón, en serio. A pesar de que fue publicada
por una editorial grande, no ha recibido la atención ni los elogios que se
merece. Espero que más lectores se acerquen a ella. No se van a decepcionar.
El libro del desasosiego (1982),
de Fernando Pessoa. Una obra maestra no terminada y, al mismo tiempo, completa,
total.
La oveja negra y otros cuentos (1969), de Augusto Monterroso. Humor, inteligencia y brillantez en estado puro.
Monterroso es una bocanada de aire fresco y sustancial.
*Álex Rivera de los Ríos (Arequipa, 1987) Es abogado de profesión por la UCSP y profesor de francés. Ha publicado los libros de relatos Nena (La Travesía Editora, 2013) y Deja que corra el agua (Surnumérica, 2021). Ha sido ganador del I Concurso de Cuentos Cortos de la UCSP, del I Concurso de relatos de la Editorial 12 Ángulos y del X Concurso Literario de El Búho. Cuentos y artículos suyos han sido recogidos en libros y revistas como: Los afectos (La Travesía, 2017), Aquella otra pasión (Quimera, 2018), Hasta que la muerte (o el amor) nos separe (Quimera, 2019) y Antología de narrativa arequipeña (Quimera Editores, 2021). Está pronto a publicar su tercer conjunto de cuentos, titulado Los caminos.
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