ENTREVISTA A GOYO TORRES

 

GOYO TORRES: «SI NO HAY LECTURAS, ES MUY DIFÍCIL QUE LA ESCRITURA FLUYA DE MANERA NATURAL. ADEMÁS, CUANDO ERES UN LECTOR ATENTO, CAPTAS LA ESTRUCTURA DE LOS RELATOS Y LA MANERA EN QUE SE MANEJA EL LENGUAJE, SIN NECESIDAD DE HABER PASADO POR TALLERES DE ESCRITURA».


En la narrativa producida al sur del Perú, la figura de Goyo Torres* se alza como una de las voces más consolidadas y con mucha trayectoria en el campo de la novela y la cuentística. Es autor de libros como El amor después del amor (Lago sagrado 2002), Espejos de humo (Cascahuesos, 2010), Nada especial (Aletheya, 2016) y Paradero 25 (Editorial UNSA, 2024); ha sido, además, finalista del Premio de Novela Corta de la Cámara Peruana del Libro, ganador del Premio Copé de Bronce en Cuento y ganador del Premio Internacional de Novela Infantil Altazor. A continuación, presentamos la conversación que Sebastián Alva de El Hacedor tuvo con él.

Sebastián: Entre su labor como escritor e investigador, y considerando obras como El amor después del amor (2002) y Aires del Sur (2017), ¿qué cambios percibe en su producción literaria a lo largo de los libros que ha publicado?

Goyo Torres: La primera percepción que tengo es que mis libros han ido madurando con el tiempo. Sin embargo, no solo ha habido una evolución formal, sino también un trabajo más consciente del lenguaje. Para mí, la literatura no es solo contar una historia, sino la manera en cómo se cuenta. En este proceso, el lenguaje juega un papel fundamental. No se trata solo de embellecer con metáforas, sino de lograr verosimilitud con los personajes. Por ejemplo, si uno de mis personajes es un niño, el lenguaje de la obra debe corresponder al de un niño en la vida real. Que el tono sea coherente es esencial en la ficción. Ese ha sido uno de los cambios más significativos en mi escritura hasta mi última novela.

Sebastián: ¿Y en cuanto a su producción científica?

Goyo Torres: Ese es otro campo, ya que es importante diferenciar el trabajo creativo de un escritor de ficción del trabajo de un académico. Un libro académico, dentro del ámbito del conocimiento humano, utiliza un tecnolecto específico. Por ejemplo, Aires del Sur (2017) busca adoptar un lenguaje propio del mundo académico y de la ciencia, en contraste con el lenguaje de la ficción. En la introducción de este libro, empleó un tono claramente académico, utilizando categorías propias de los estudios literarios. Esa es la gran diferencia: mientras la ficción tiene su propio registro lingüístico, el ámbito académico, la investigación y la ciencia operan con otro tipo de lenguaje.

Sebastián: ¿Cómo fue su recorrido en las publicaciones de sus libros? ¿Hay alguna diferencia entre publicar libros de escritura creativa y libros científicos?

Goyo Torres: Mi incursión seria en el mundo de la literatura comenzó a inicios de los años 90. Antes de eso, estaba más involucrado en el periodismo y la psicología. Fue en esos años cuando ingresé a la carrera de Literatura, donde me sentí a gusto al conocer a personas con intereses similares a los míos, especialmente el deseo de escribir. En un primer momento, me enfoqué en la ficción. Fruto de esa etapa, en 2002 publiqué mi primer libro de cuentos, El amor después del amor. Además, participé en varios concursos literarios a nivel nacional y obtuve importantes reconocimientos.

Con el tiempo, mi enfoque cambió. Durante varios años estuve inmerso en el ámbito académico, en gran parte por la exigencia del trabajo como docente universitario. Al ingresar a la universidad como profesor, tuve que revisar libros, artículos y producir contenido académico, ya que la publicación de artículos, libros tiene un gran valor en este ámbito. Como resultado de esa etapa, escribí Cómo motivar la lectura. Ensayos de literatura, educación y sociedad (2005), un libro compuesto por varios artículos, algunos de los cuales fueron publicados en revistas de Lima o la universidad, caso de «Apóstrofe». Estos textos tuvieron un impacto significativo a nivel nacional en su momento.

Entre 2004 y 2010 retomé la ficción con entusiasmo, lo que me llevó a escribir Hierba santa, Hierba santa y Cuando llegaron los huayruros. También durante este periodo escribí un libro de cuentos y la novela Espejo de humo (2010). Fue una etapa muy productiva, en la que incluso desarrollé dos novelas fallidas, una de ellas de casi 300 páginas. Sin embargo, a partir del 2010, debido a las exigencias laborales, volví a enfocarme en ensayos, artículos y teoría literaria. Fruto de este trabajo nacieron Airesdelsur y Paralelo Sur, este último una antología de cuentos de la macrorregión Sur con un enfoque académico.

A pesar de esta inclinación hacia lo académico, continué explorando la ficción, lo que dio lugar a la novela Pelota de trapo (2023), ganadora de un concurso de novela infantil a nivel latinoamericano, y también a Paradero 25, otra novela. Durante la pandemia aproveché el tiempo para corregir Pelota de trapo y Paradero 25, además de trabajar en la producción de Paralelo Sur junto con Juan Yufra y Pierina Moscoso.

Sebastián: ¿Y cómo ha sido el proceso editorial de sus libros?

Goyo Torres: En realidad, no realicé muchos trámites para la publicación de mis libros. El amor después del amor apareció en 2002 bajo el sello de Lago Sagrado, que en ese momento era la única editorial independiente en toda la macroregión sur. Luego, Espejos de humo lo publiqué con Cascahuesos, mientras que en 2015 Cuando llegan los huayruros salió con Texao Editores. Más adelante, Nada especial fue publicado por Aletheya. En general, el proceso editorial ha sido sencillo: me he limitado a conversar con los editores, y ellos se han encargado del resto, tanto en el caso de mis libros de ficción como en los académicos. La única excepción fue ¿Cómo motivar la lectura?, libro que gestioné por completo, desde la búsqueda de la editorial hasta su financiamiento.

Sebastián: ¿Cuál es el momento en el que usted se aboca a la escritura?

Goyo Torres: Siempre he tenido esa inquietud por la lectura. Me crie con mi abuela desde los cinco años, y como ella no me permitía salir a jugar a la calle, no tenía muchos amigos. Sin embargo, siendo un niño curioso, a los seis años —cuando aprendí a leer— descubrí en una habitación unos baúles antiguos que pertenecieron a mi abuelo difunto. En ellos encontré periódicos de Lima de los años 60, muchos de los cuales contenían tiras cómicas. Creo que fue ahí donde nació mi afición por la lectura. Recuerdo que leí todos los periódicos que encontré, además de algunos libros que también estaban en los baúles, como El Quijote adaptado para niños, La Odisea con ilustraciones y El pozo y el péndulo.

En secundaria, mi interés por la escritura creció. Me ofrecía para hacer los periódicos murales y escribía la mayor parte de las notas. Sin embargo, al terminar la secundaria, no sabía que existía la carrera de Literatura. Cuando leía revistas y veía las biografías de los autores, me daba la impresión de que eran periodistas, abogados o profesionales de otras áreas. Por esa razón postulé a la carrera de Periodismo en la Universidad Católica y la cursé durante tres años. En ese tiempo, conocí a un estudiante que llevaba simultáneamente Literatura y Periodismo, y fue entonces cuando descubrí que existía la carrera de Literatura. En el fondo, siempre había querido contar historias a través de la escritura, así que decidí dejar Periodismo y postular a Literatura y también a Derecho en la UNSA. Ingresé a ambas carreras y, al año siguiente, también ingresé a Psicología. Sin embargo, hasta ese momento, aún no había considerado la posibilidad de dedicarme plenamente a la literatura.

Cuando estudié Literatura, encontré compañeros que compartían mis mismos intereses y cuyas trayectorias habían sido similares a la mía. Por ejemplo, Fernando Rivera había estudiado Ingeniería Civil, Abraham Sujimoto había terminado Periodismo y Juan Pablo Heredia había estudiado Derecho en la Católica y estudiaba Medicina en la UNSA y también Literatura. El hecho de conocer a muchachos con la misma pasión por la escritura me hizo sentir que estaba en el ambiente adecuado. Después de clases, solíamos conversar sobre literatura y compartir lo que habíamos escrito. Creo que fue en ese momento cuando decidí dedicarme de lleno a la ficción. Entre nosotros, intercambiábamos textos y llegamos a formar un grupo llamado Claraboya, con el que publicamos tres números de una revista del mismo nombre, un proyecto que surgió de manera espontánea. Con el tiempo, todos los integrantes del grupo comenzaron a ganar concursos literarios importantes a nivel local y nacional. Por eso, creo que ese fue el momento en el que decidimos tomarnos la literatura en serio y vivir con ella. La carrera de Literatura genera un ambiente propicio para encontrar una verdadera vocación por la escritura, lo que impulsa la producción de poesía, narrativa o cualquier otro género.

Sebastián: ¿Considera usted que el oficio del escritor debería profesionalizar? Y si fuera así, ¿cómo debería de hacerse?

Goyo Torres: Ningún escritor en el Perú o en América Latina, salvo raras excepciones, vive exclusivamente de la escritura. Esto debe quedar muy claro, absolutamente nadie, ni siquiera Mario Vargas Llosa, porque gran parte de su vida se dedicó a dar cátedras en universidades europeas y norteamericanas o al periodismo en distintos formatos. Otros ejemplos que podría mencionar, como Alonso Cueto, Oswaldo Reynoso y muchos otros autores nacionales, muestran que no viven solo de escribir libros, ya que eso no es sostenible. Salvo que se sea guionista y se escriba para el cine —lo que sí ocurre en Norteamérica—, la mayoría de los escritores complementan su trabajo con otras actividades. He conocido también a gestores culturales, que es una carrera relativamente nueva que se está implementando y que ofrece un camino viable para los que se dedican a la escritura.

Por otro lado, si te refieres a escribir con seriedad, eso siempre debe estar presente, porque si deseas ser un escritor que realmente aporte algo, no es fácil. Implica corregir constantemente y perfeccionar tu trabajo. Ahí radica la diferencia entre los autores que escriben por vocación y aquellos que, aunque nunca han asistido a un taller de escritura creativa o a una escuela de literatura, desarrollan su escritura de manera más intuitiva, con mucha entrega, pero sin las herramientas técnicas que te ofrece un taller. Estas herramientas son esenciales para trabajar con conocimiento de causa y no solo de forma instintiva.

En resumen, esas serían mis dos perspectivas sobre los dos enfoques de la profesionalización en la escritura.

 

Sebastián: ¿Cuáles son sus referentes literarios, artísticos, musicales o cinematográficos?

Goyo Torres: En realidad, los autores clásicos tuvieron una gran influencia en mí cuando comencé a escribir cuentos de manera más seria. Por ejemplo, Ribeyro, quien es para mí el mejor cuentista peruano. En cuanto al trabajo del lenguaje, podría mencionar a Valdelomar, cuyas obras, a pesar de su corta vida, están muy bien elaboradas e influenciadas por el modernismo.

A nivel latinoamericano, Gabriel García Márquez, con Cien años de soledad, fue una gran influencia. Recuerdo que con mi grupo de literatura leímos ese libro de manera particular, fuera del curso de Literatura Hispanoamericana, que en esa época no era muy atractivo. Fue así como descubrimos el Boom Latinoamericano por nuestra cuenta, leyendo a autores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa.  Además, exploramos la literatura mundial, como la de Louis-Ferdinand Céline, autor francés de Viaje al fin de la noche, Opiniones de un payaso de Heinrich Böll, y El tambor de hojalata de Günter Grass. En cuanto a la literatura norteamericana, autores como Hemingway, John Steinbeck y John Dos Passos también fueron referentes clave.

Estos autores, especialmente Faulkner, jugaron un papel crucial en alimentar el Boom Latinoamericano. Creo que para cualquier persona que desee escribir, es fundamental que lea a estos autores.

A partir de los años 80 en adelante, muchos autores dejaron de centrarse tanto en el trabajo del lenguaje y se enfocaron más en la fluidez de la narración y en lo fundamental de la escritura: contar la historia. Personalmente, no empaté mucho con ese cambio. Sin embargo, si me pidieran referencias sobre escritura, me concentraría en la generación de los 60 y 70. En el caso latinoamericano, esto incluiría el Boom y el post-Boom; en cuanto a la literatura mundial, la europea de los años 50, 60 y 70; y en la literatura norteamericana, mencionaría a la Generación Perdida y lo que vino después, como el minimalismo de Carver y John Cheever. Estos autores son los que más me han influenciado a la hora de escribir.

En cuanto a la música, el rock de los 80 y el rock latinoamericano, con artistas como Andrés Calamaro, Fito Páez, Soda Stereo y Los Prisioneros, influyó mucho en mi primer libro. De hecho, está estructurado en notas musicales, ya que en esa época también tenía un interés por estudiar música.

Respecto a las películas, sinceramente no soy muy cinéfilo, y nunca he logrado conectar del todo con los actores, lo no significa que no vea películas cuando hay oportunidad.

Sebastián: ¿Tiene alguna nueva idea para implementar a su escritura creativa o en alguna obra académica que ha estado elaborando en estos años?

Goyo Torres: Sí, tengo planificado y ya he avanzado en un libro de cuentos fantásticos. He completado la primera versión. Sin embargo, en los últimos cinco años me he dedicado más a un proyecto académico sobre la literatura regional. Este trabajo es bastante denso, ya que es académico e implica una investigación exhaustiva de fuentes primarias.

La mayor parte del tiempo que me queda después de mis otras responsabilidades lo estoy dedicando a este proyecto, con la intención de terminarlo este año y así cerrar este capítulo académico para luego retomar la ficción. Este proyecto me ha demandando mucho tiempo, pues se convertirá en un libro voluminoso, probablemente de unos cientos de páginas, es un proyecto ambicioso y el de mayor apuesta académica.

Sebastián: Desde su punto de vista tanto como narrador y académico, ¿cuáles son sus percepciones sobre la narrativa peruana contemporánea? ¿Habría algún autor que valga la pena promocionarlo?

Goyo Torres: Lo primero que tendría que aclararse es el término contemporáneo, porque podría ser todo el siglo XX hasta la actualidad

Sebastián: En el siglo XXI.

Goyo Torres: Es complicado en el caso peruano, ya que muchos de los autores aún están en proceso de formación. Sin embargo, hay escritores de las generaciones de los 80 y 90 que siguen siendo relevantes. Un autor poco conocido, pero muy influyente, es Jorge Ninapayta, quien falleció relativamente joven, a los 53 años, y es considerado por muchos como el mejor cuentista de los años 80. Su libro Muñequita linda es un referente importante. Otro autor que debería tener más difusión es Guillermo Niño de Guzmán, quien escribió Caballos de medianoche, un excelente libro de cuentos. Entre las autoras que surgieron en las mismas décadas, destaco a Rocío Silva-Santisteban y Carmen Ollé.

En cuanto a los escritores post-2000 —como los llaman algunos—, muchos aún están en formación, y no creo que ninguno haya alcanzado una gran relevancia todavía, aunque Selenco Vega me parece interesante, Santiago Roncagliolo en algunos de sus libros. A nivel arequipeño, la mayoría de los autores también están en esa situación, pero de mi generación rescataría a Fernando Rivera, Juan Pablo Heredia y a Mary Ann Ricketts, una autora que rara vez se menciona, pero que tiene un libro bueno titulado Tentaciones de Ariana, el cual debería ser reeditado. Yuri Vázquez, sin duda, es el autor con mayor producción y quizá el más representativo.

Si tuviera que mencionar a otros autores con proyección, citaría a Jorge Monteza, quien creo que tiene mucho potencial con solo dos libros publicados, uno de cuentos y una novela, y a Orlando Mazeyra, quien también tiene una perspectiva interesante. Entre escritoras de la ciudad, Zoila Vega tiene un espacio ganado. Considero que ellos ya tienen una visión propia que los distingue. En cambio, el resto de los escritores todavía están en pleno proceso de formación, y es difícil saber si continuarán o no, ya que debe haber una producción constante que permita evaluar su trabajo en cuento, novela o poesía. También existe un buen número de autores arequipeños que radican en el exterior como son los casos de Teresa Ruiz Rosas, Jorge Eduardo Benavides o Carlos Herrera.

En definitiva, hay muchos autores emergentes, algunos con mayor proyección que otros, pero solo el tiempo dirá quiénes se consolidarán y quiénes no.

Sebastián: ¿Cómo es su proceso al momento de escribir?

Goyo Torres: Considero que no existe una receta única para escribir, ya que cada autor descubre su propio método de trabajo. En los talleres de escritura creativa, te pueden ofrecer recomendaciones, pasos a seguir e incluso decálogos, como los que proponen Horacio Quiroga, Joyce, García Márquez, Ribeyro, entre otros.

Lo que puedo compartir es el trabajo de escritura desde mi perspectiva. Para mí, lo fundamental es tener una versión inicial completa de la historia. A partir de ese primer borrador, empiezo a corregir. De pronto, dos páginas que tenía en mente pueden convertirse en diez, o pueden quedarse en solo dos. A veces incluso las descarto si no sirven o no funciona la historia. Ese proceso de corrección es lo que más disfruto, porque, en mi caso, crear la historia desde cero es lo más difícil. A medida que avanzo, trato de seguir la estructura que he pensado inicialmente. Por ejemplo, si quiero hacer 12 capítulos, en ese primer borrador solo hay 40 páginas. Pero en el proceso de corrección voy ampliando. No suelo corregir capítulo por capítulo mientras estoy creando la historia, ya que eso me detendría. En jerga de escritores: vomito la historia en las páginas que salga. Prefiero tener siempre un borrador completo para poder luego eliminar párrafos o corregir de manera detallada las palabras repetidas, que busco reemplazar por sinónimos.

Después, leo en voz alta lo que he escrito para ver si me gusta el sonido de la lectura. Si me agrada, dejo descansar el texto. Si he estado trabajando en esa historia durante meses, la dejo reposar por 5 o 6 meses antes de retomarla, para así poder darme cuenta de lo que funciona o no va y hay que eliminar. Luego, la leo nuevamente en voz alta, y si la secuencia de las palabras fluye de manera natural, me convenzo de que la historia está bien. Este es el método que he encontrado que funciona para mí.

Sebastián: Después de su trayectoria tanto como escritor de literatura y también como académico. ¿Qué consejos le daría a aquellos nuevos escritores que se quieren dedicar a escribir ficción?

Goyo Torres: Primero, les recomendaría que lean, ya que esto es fundamental. No hay escritor que no haya sido previamente lector. Como bien dice el escritor Jorge Luis Borges: «Me satisfago más de mi lectura que de mi escritura». Creo que este es un paso previo esencial: un buen escritor se forma siendo un buen lector. Si no hay lectura, es muy difícil que la escritura fluya de manera natural. Además, cuando eres un lector atento, captas la estructura de los relatos y la manera en que se maneja el lenguaje, sin necesidad de haber pasado por talleres de escritura. Esto es precisamente lo que yo hago. Si estoy escribiendo ficción, por ejemplo, un libro de cuentos, leo muchas obras de cuentos al mismo tiempo. Lo mismo hago cuando estoy escribiendo una novela, para que la lectura me ayude en el proceso de escritura.

Por lo tanto, mi recomendación es que, primero, se enfoquen en la lectura. Luego, que tengan una historia completa, aunque sea en pocas palabras o incluso solo en un párrafo, lo trasladen a la escritura. Lo importante es que la historia esté planteada de forma completa. A partir de esa base, pueden ir ampliando y desarrollando la narración. Y, por último, si realmente desean dedicarse a la escritura, les recomiendo que escriban todos los días. La práctica constante es clave para mejorar y perfeccionar la escritura.

Un amigo, cuando éramos estudiantes, solía decir: «El escritor es como un futbolista». Si el buen futbolista deja de entrenar un día, pierde la habilidad de controlar la pelota o de hacer un buen pase. Lo mismo ocurre con el escritor: si deja de escribir un día, la mano se enfría. Por eso, aunque sea solo un párrafo, es importante escribir todos los días. Y si al día siguiente no puedes escribir algo nuevo, entonces, al menos, podrías modificar ese párrafo, cambiarle la estructura o pulirlo; incluso, cambiar de lugar una coma, sirve. En el proceso de escribir, es más importante el borrador que el lápiz.

Recuerdo que Mario Vargas Llosa decía que su método de trabajo consistía en dedicar 8 horas al día, comenzando a las 7 de la mañana y terminando a las 3 de la tarde. Eso es lo que implica ser un escritor serio, dedicarse de lleno al trabajo.

También me acuerdo que un compañero decía: «A la literatura no la puedes tratar como una amante, solo los fines de semana; tienes que tratarla como esposa, de manera diaria». Y le doy toda la razón, porque eso es lo que da resultados. Los buenos poetas, como Eduardo Chirinos, uno de los mejores poetas peruanos que he conocido de los 80, también tenían esa disciplina. Él solía empezar a escribir a las 9 de la mañana y terminar a las 4 de la tarde.

Por eso, es fundamental tener un método de trabajo. Como docente, yo también tengo un horario estricto: escribo todos los días, desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche. Ese es mi proceso de creación. La literatura no es algo que se debe abordar de manera romántica, como lo hacen algunos jóvenes a los 20 años, que piensan que es algo espontáneo y no se dedican de lleno a escribir. Quienes realmente quieren ser buenos escritores deben tener un método, un tiempo específico para trabajar, y comprometerse con la producción constante. Al final, lo único que queda es el texto, que se enfrenta al olvido, pero que también tiene el potencial de trascender.

Sebastián: ¿Qué está leyendo actualmente? ¿Recomienda esa lectura?

Goyo Torres: Debido al trabajo que estoy desarrollando, he estado leyendo principalmente teoría literaria e historia, ya que forman parte integral de mi investigación. Como consecuencia, no he leído ficción en los últimos cuatro o cinco años. Si bien recomiendo la teoría literaria, lo haría principalmente para especialistas. Mi enfoque ha sido leer teoría literaria en general, ya que es lo que exige el trabajo que estoy llevando a cabo. Suele ser mi costumbre leer obras de autores que han ganado premios nacionales e internacionales, ya que me interesa analizar las técnicas que utilizan en su escritura. Con suerte, una vez termine este proyecto, planeo retomar la escritura y lectura de ficción a partir del próximo año.

Sebastián: ¿Algún comentario que quisiera hacer sobre esta entrevista?

Goyo Torres: Solo quiero agradecerte a ti y también al medio que va a publicar esta entrevista, un espacio recientemente inaugurado. Espero que tenga una larga trayectoria, porque necesitamos más espacios como este para intercambiar ideas y conocer a los autores nacionales y regionales. También es importante destacar a escritores de lugares muchas veces olvidados, como Cusco, Puno, Moquegua o Madre de Dios, que merecen ser reconocidos y tener un espacio donde puedan compartir sus ideas con otros autores. En resumen, agradezco mucho esta oportunidad, y me gustaría invitar al público a leer la entrevista y a compartirla.

*Goyo Torres Santillana (Arequipa, 1964) es un escritor arequipeño. Licenciado en Literatura y Lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Ha realizado estudios sobre literatura peruana y latinoamericana para obtener los grados de Magister y Doctor por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actualmente, Torres forma parte de Centro de Investigación y Desarrollo Cultural del Sur (Cidecsur), y es profesor en la Escuela de Literatura y Lingüística de la UNSA. Otras de sus obras son El amor después del amor (2002), Técnicas narrativas (2004), Cómo motivar la lectura. Ensayos de literatura, educación y sociedad (2005), Espejos de humo (2010), Cuando llegaron los wayruros (2015). 

 

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