LUIS APOLÍN MONTES: EPITAFIO

 

LUIS APOLÍN MONTES: Epitafio. El rumor de los días

REGIÓN: ÁNCASH

AÑO DE PUBLICACIÓN: 2020

VALORACIÓN: LECTURA NECESARIA (4/5)

EDITORIAL: PANDEMONIUM

El género de Literatura Z (Zombie) ha tomado mucha relevancia dentro de las publicaciones independientes del género de terror —así como sucede con otros géneros dentro de la Ficción Especulativa—; siendo esto más evidente después de haber superado la crisis sanitaria del Covid-19, ya que el interés por historias apocalípticas provocadas por enfermedades atrajo a un público mayoritario. Dentro de este contexto, aparece la antología Epitafio (2020) del autor Luis Apolín.       

Luis Apolín Montes nació en Huaráz (Ancash), estudió en el Instituto Superior Pedagógico Público de Huaraz y adquirió el grado de bachiller en periodismo en la Universidad Nacional Santiago de Antúnez de Mayolo. Además, posee estudios de maestría y doctorado por la Universidad César Vallejo.  Se dedica a la docencia y ha producido textos educativos sobre Razonamiento Verbal y Comunicación. Dentro de su aporte literario al género de la ficción especulativa en el Perú se encuentran sus colaboraciones en las antologías Noticias del futuro. Antología del cuento de ciencia ficción peruano del siglo XXI (2019) de la editorial Altazor; la antología de cuentos de folk horror Fogatas de Samhain (2023), además de sus trabajos individuales en Hermano, el silencio de los días (2017) y Teztimonio (2015), los cuales más adelante serían reeditados e incluidos en Epitafio (2020) por parte de la editorial Pandemonium.      

Para referirnos a la literatura zombi es importante conocer los tres tipos principales de zombis en el género: los ligados al vudú, usados como marionetas mediante magia; los de ciencia ficción, surgidos en la era Pulp—como en la obra de Lovecraft—; y el zombi moderno, popularizado por la película La noche de los muertos vivientes de George Romero en 1968. Estos tres momentos son claves para entender su evolución en la cultura popular, incluyendo el contexto peruano, donde el género ha tenido una presencia menor, pero con claros antecedentes desde 1919, con el «Cuento del sepulturero» de Lastenia Larriva de Llona, hasta su consolidación actual. La antología de Luis Apolín toma gran relevancia en este proceso debido a su propuesta novedosa (este punto lo desarrolla con más detalles Richard Rimachi en el estudio critico al comienzo del libro).

La antología está compuesta por 18 cuentos divididos en tres partes: Teztimonio (13 cuentos), Epitafio (1 cuento) y Hermano (4 cuentos). A diferencia de las típicas historias de zombis ambientadas en ciudades con héroes convencionales, estos relatos ocurren en zonas rurales andinas o pequeños pueblos. Los personajes enfrentan un deterioro físico y moral en medio del apocalipsis. El enfoque principal no es solo la amenaza de los muertos vivientes, sino —y más importante— la crisis moral del ser humano ante la desaparición de las normas que rigen la sociedad.

Hay tres ejes temáticos que se pueden analizar a partir de esta idea, siendo el primero la familia. En el primer cuento, titulado «Vinagre», se nos recibe con una oración desde la perspectiva del personaje que nos narra su desdicha y el sufrimiento de ver cómo la suya es la principal afectada: «Lo primero que hizo la gente fue saquear nuestra tienda» (p. 33).  Un drama familiar similar al cuento «La última pregunta», donde un padre busca desesperadamente a su hijo, recorriendo distintas zonas urbanas, una desgarradora frase acompaña esa búsqueda: «Papá, ¿mamá nos estará esperando?» (p. 39).  En «Post tenebras spero lucem», el personaje narrador comienza diciendo: «¿Si pe y qué? Yo maté al policía. Y no solo a él sino a toda su familia» (p. 145). Y en especial en «Hermano», cuya historia es de las más oscuras y desalentadoras en la antología, contándonos como una familia, a partir de la perspectiva de una niña, que ha perdido a su hermano y con su madre enferma, trata de huir aun cuando el caos recién había empezado, hasta que el inevitable ataque sucede a medio camino y vuelve a ver, de la peor forma, a quien creyó muerto.

Las escuelas y otro tipo de instituciones sociales—al igual que la familia—, son otro tipo de espacios que terminan por transformarse en lugares peligrosos disfrazados de «refugios», aún más que las propias calles plagadas de criaturas salvajes.  Cuentos como «Guerra Florida», donde un grupo de supervivientes se refugian en una universidad que en un inicio parece la idea más acertada; sin embargo, todo se va degenerando a puntos muy grotescos: «En una ocasión encontré a un grupo de niños jugando con algo que pensé era una pelota, pero resultó ser la vejiga inflada de algún infeliz sacrificado en la víspera y que ingeniosamente los mocosos habían inflado». (p. 91). En «Retribución» nuevamente un grupo de sobrevivientes se queda en la «Gran Unidad Escolar», pero cometiendo aberraciones de igual magnitud, a pesar de que hubo adultos en los grupos: «Comenzaron a los pocos días. Los del primero fuimos elegidos, se llevaban a una de las chicas o a uno de nosotros con algún pretexto o bajo amenazas para luego encerrarnos en el baño y desatar su deseo». (p. 164). En el cuento que da nombre a la antología, «Epitafio», otro grupo se refugia en un colegio. Está narrado desde la perspectiva de una joven que llegó a aquel lugar con su pareja y que termina sufriendo abusos por parte de algunos hombres que en cierto momento: «Iniciaron con las más pequeñas. Ellas lo soportaron sin estoicismo, ninguna dejó de llamar a sus padres para que las salvaran de las violaciones ¡Malditos sean todos por siempre!» (p. 213).  Este tipo de degeneración por parte de sujetos que, en teoría, y en un contexto no apocalíptico, fungen como protectores, se muestra también en otro cuento como «El lector», cuya premisa nos muestra a otra joven que en su huida termina llegando a la casa de su profesor de universidad: «Siempre le gustaron las chicas jóvenes. Sobre a todo aquellas a quienes podía chantajear o canjear algunos puntos» (p. 142), y nos plantea la pregunta que podría contradecir el ideal anteriormente planteado: ¿Realmente es necesario que suceda un apocalipsis como en las ficciones para demostrarnos las aberraciones que un hombre puede cometer?

Otro entorno que se ve afectado es el de la institución religiosa. En «El señor es mi pastor» la religión sirve como excusa para manipular a un grupo de sobrevivientes, usando distintas enseñanzas bíblicas a su propio beneficio.

El tercer espacio que la antología aborda es la del propio individuo, sobre las decisiones que toma y su propia psique afectada. Cuentos como «El testimonio de Helena» muestran cómo, incluso antes de la crisis, hay pueblos que viven con una mentalidad conservadora, extrema y casi violentas, que solo necesitan un detonante para mostrar la frialdad de estos.   Relatos como «Amigo» y «Dante en el infierno» exploran la fidelidad desde sus propias perspectivas. El primero a través de la compañía de un perro; y el otro, sobre cómo a veces las amistades humanas no son verdaderas. Esto se evidencia en las palabras del propio personaje: «Aún esa soga me aguarda» (p.71). En el relato «Y demás yerbas y Culpa» presentan personajes moralmente ambiguos que toman decisiones cuestionables para sobrevivir o lidiar con sus traumas. En los cuentos «Sangre de otros días» y «Rosas» algunos personajes intentan mantener vivo el amor, incluso en medio del caos.  

Entre otros cuentos, «Coso» y «Centinela» complementan este universo, uno ambientando en un pequeño pueblo; y el otro, en una zona ubicada en las cordilleras montañesas, ambos mostrándonos la incertidumbre, el miedo y lo inútil que pueden ser ciertos esfuerzo en un intento de supervivencia. 

Algunas observaciones que se pueden añadir a esta antología tienen que ver, primero, con el manejo del lenguaje —que en gran parte de la obra se trabaja de forma acertada, ya que el uso coloquial le da más realismo a la obra—, hay ocasiones que manifiesta cierta contradicción con el uso de un lenguaje medianamente sofisticado. De igual manera, el tiempo de un par de cuentos llegan a ralentizar un poco la lectura. Sin embargo, estos detalles no le quitan el valor literario a la antología.

Vandalismo, saqueos, violaciones, canibalismo… la esperanza poco a poco apagándose. En general, Epitafio es una obra de lectura obligada dentro del género del terror y, más en específico, de la literatura zombie peruana, puesto que construye un universo distinto al que se ha conocido siempre dentro de este género, mostrándonos una realidad todavía más fría, un espejo de los actos aberrantes del ser humano, el cual se diferencia al nuestro con un único filtro: ser una ficción apocalíptica.

Hacedor: Eduard Thost 


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