ENTREVISTA A JASMIN CARMINA
JASMIN CARMINA: «PARA MÍ, EL TRABAJO VISUAL ES OTRA FORMA DE ESCRITURA (…). LA IMAGEN NO ES UN SIMPLE ADORNO, SINO UNA EXTENSIÓN DEL LENGUAJE. ES UN COMPLEMENTO MÁS DE LA ESCRITURA, UNA MANERA DISTINTA PERO IGUALMENTE VÁLIDA DE EXPRESAR LO QUE A VECES LAS PALABRAS NO ALCANZAN A DECIR»
Jasmin
Carmina* es una artista joven con un gran talento para la
creación literaria y pictórica aparecida en los últimos años. Es autora del
poemario Desde aquí todo es fin (2024)
y ha sido parte de exposiciones artísticas presentadas en la ciudad de
Arequipa, Lima y el extranjero. Sebastián Alva conversó con ella para El
Hacedor.

Sebastián: ¿En qué momento decidiste empezar a escribir
poesía?
Jasmin Carmina: Comencé a escribir cuando estaba en
el colegio, aunque en ese entonces lo hacía en un diario. La mayoría de lo que
escribía eran historias que otras personas me contaban. Ahora recién comprendo
que ese acto de escribir lo que me compartían los demás es justamente lo que
terminé plasmando en mi libro Desde aquí
todo es fin (El Laboratorio, 2024). En cuanto a mi primer acercamiento con
la poesía, fue cuando en mi colegio organizaron un concurso de poesía dedicado
a la Virgen del Carmen. No gané, seguramente porque en el poema expresé mis
dudas sobre el catolicismo. En ese momento yo me estaba cuestionando si
realmente era católica o no. Creo que ese enfoque no fue del agrado de mi
colegio.
Con respecto a la publicación, logré
hacerlo por primera vez en 2019 con una plaqueta. Hice bastantes copias de ese
libro, que se llama Transmutación a la
divina humedad. Le tengo mucho cariño, pero reconozco que es muy distinto a
cómo escribo ahora, por eso me propuse mejorar: pasé cuatro años investigando,
escribiendo y leyendo intensamente, con el objetivo de ser más coherente con lo
que quería expresar.
Durante ese proceso, todos esos
poemas que guardaba en mi celular o en una libreta empezaron a tomar forma, a
tener objetivos y motivos más claros. En parte, fue gracias al acompañamiento
de El Laboratorio y al apoyo que recibí allí que logré darle estructura y
sentido. Así pude finalmente escribir mi obra, y me siento muy orgullosa del
resultado,
Sebastián: ¿Cómo relacionas la
poesía y la pintura? ¿Qué conexiones encuentras entre estas dos artes?
Jasmin Carmina: Sí, mi libro está conformado por
ambas artes, porque creo que los poemas pueden construirse a partir de
imágenes. Sin embargo, hay ciertas imágenes poéticas que no se conforman con el
signo lingüístico; son tan visuales que se escapan de las palabras y necesitan
otro soporte para expresarse plenamente. Por ejemplo, cuando empecé a escribir
el proyecto de nación, experimenté con algunos versos pero la idea sustancial
no se concretaba, fue cuando encontré un libro que investigaba sobre los signos
que hay en los telares incaicos y pre hispánicos, fue ahí donde descubrí que
uno de los signos se repetía mucho en los telares y que sería el principal
símbolo del poema. Ese fue mi primer experimento de insertar imágenes en el
libro.
Después, cuando escribía algunos
personajes, tenía la necesidad de saber cómo lucían para mí: imaginar sus
características, sus facciones, su carácter. Dibujarlos me ayudó a
comprenderlos mejor. Así entendí que, en mi caso, la pintura no solo
complementa a la poesía, sino que es parte del proceso de creación. Entonces, para mí, el trabajo visual
es otra forma de escritura. Siempre lo he dicho en las exposiciones que he
realizado: la imagen no es un simple adorno, sino una extensión del lenguaje.
Es un complemento más de la escritura, una manera distinta pero igualmente
válida de expresar lo que a veces las palabras no alcanzan a decir.
Sebastián: ¿Cuáles son tus
referentes literarios y qué obras han influido en el estilo que evidencias en
el poemario?
Jasmin Carmina: Me gusta hablar de eso, en otra
entrevista me preguntaron: «¿Por qué tu libro tiene tantos epígrafes?». Y es
que, para mí, era importante dejar claro que el libro no nace a partir de la
idea de la originalidad, sino que es el resultado de todas las lecturas que me
han marcado. Los epígrafes son una forma de reconocer a esos referentes, de
mostrar que lo que escribo está en diálogo con otras voces. Por eso mezclé mis
escritos con citas de autores que han sido clave para mí, como Sor Juana, Arturo
Borda, Hermann Hesse y Manuel Escorza.
Mis conexiones suelen ser algo
desordenadas, y siento que mi escritura también lo es. Pero con el tiempo me he
dado cuenta de que eso, lejos de ser un defecto, es una virtud: se ha
convertido en parte de mi sello como escritora. Antes pensaba que debía corregirlo,
que escribir bien era escribir con orden, pero ahora experimento con ese caos.
Entre mis referentes están Gamaliel
Churata, especialmente con El pez de oro (1957)
y La resurrección de los muertos,
libros que descubrí gracias a Wilmer Skepsis, quien me los regaló hace un año.
También está Sor Juana Inés de la Cruz, sobre todo con su poema “Primero sueño”; me atrajo mucho la forma en la que carga al lenguaje con
múltiples capas simbólicas.
Otro autor clave para mí es Manuel
Scorza, con toda su saga de “La guerra
silenciosa”. Su manera de ficcionalizar la realidad sin restarle importancia
a los hechos fácticos, me ayudó mucho a escribir mi libro a partir de esa
premisa. Me impresionó cómo logró, y logra aún, transformar la realidad a
través de la ficción, desde entonces entendí que las ficciones también son
poderosas, que pueden modificar lo real.
Y, por supuesto, Anne Carson, que es
mi poeta favorita. Leí una de sus obras Norma
Jean Baker de Troya, y me fascinó la manera en cómo reescribe la historia
con un tono burlón e irónico, como si jugara críticamente con la oficialidad de
la historia. Esa capacidad de jugar con lo trágico desde una mirada crítica e
incluso humorística me parece brillante.
Sebastián: ¿Y cuáles son tus
referentes artísticos, como películas, series o canciones?
Jasmin Carmina: Para escribir el libro hice una
playlist en Spotify con todas las canciones que iba escuchando durante el
proceso. Hubo un álbum que me ayudó muchísimo: Trencito de los Andes, tanto el volumen 1 como el 2, del grupo Zig
Zag, que es una colaboración entre músicos italianos y ecuatorianos. Lo que me
fascinó es cómo se va construyendo una historia a partir de todas las
canciones, es una narración que contempla personajes, motivos y tonos. Me sirvió mucho porque no solo hay voces
humanas, sino también cantos del entorno, del paisaje. Eso me inspiró
profundamente, ya que en mi libro no solo hablan los personajes humanos,
también lo hacen los ríos, los cerros, los elementos. Por otro lado, el jazz
también fue una gran influencia. Su ritmo —especialmente la percusión— me
ayudaron a imaginar el sonido del río y a escribir desde esa musicalidad.
En cuanto al cine, hay una escena
que me marcó mucho: el inicio de La teta
asustada (2009), cuando la madre de Fusta, interpretada por Magaly Solier,
canta el relato de una violación. Esa forma de narrar algo tan doloroso a
través del canto me impactó. Me pregunté cómo podía trasladar ese fragmento
cinematográfico a la escritura, con todos los símbolos que la conciernen. Tuve
varios intentos, algunos no tan buenos, pero seguí intentando incorporar algo
de ese lenguaje visual y sonoro en el libro. Obviamente fue imposible
transcribir todos los lenguajes del cine en un libro, pero el intento fue
enriquecedor. Recuerdo que en un encuentro con Mateo Díaz, me dijo que mi libro
tenía por momentos un aire cinematográfico. Sentí que ese esfuerzo por integrar
otras artes no había sido en vano.
Otra película que me sirvió de
referente fue La boca del lobo (1988),
que me ayudó mucho a escribir el testimonio del soldado, especialmente por cómo
retrata la dinámica violenta y sistemática del ejército. También me permitió
familiarizarme con los distintos registros del lenguaje, algo que consideré
fundamental para que los personajes resultaran verosímiles. Sentía que, si los
hacía hablar como hablo yo, todo sonaría falso, incluso patético. Por eso,
tanto la música como las películas y los testimonios fueron mis principales
documentos de trabajo para escribir el libro. Gracias a ellos pude acercarme no
solo al lenguaje, sino también a la sensibilidad y a la manera de ver el mundo
de cada personaje, especialmente de la madre que busca a su hijo y de los soldados.
La última fue especialmente desafiante ya que mi relación con las fuerzas
armadas era casi inexistente, distante, marcada por la desconfianza hacia una
institución que ha actuado muchas veces con brutalidad. Pero al leer un libro
de testimonios de soldados que participaron en el conflicto de los años 90,”Perros y Promos: Memoria, Violencia y Afecto
en el Perú posconflicto”, algo cambió. Fueron textos duros, impactantes; a
través de ellos empecé a entender su forma de hablar, de sentir. Y encontré
empatía. Siento que, al final, todos fueron víctimas de un mismo juego,
maniqueo de tres o cuatro personas que ejercen su poder desde arriba. Y eso
también tenía que estar en el libro.
Sebastián: ¿Cuáles son tus
percepciones sobre la literatura peruana reciente?
Jasmin Carmina: Hace un tiempo hablaba con un amigo
de Lima, Alexander, y me hizo una pregunta parecida. En ese momento tenía una
respuesta, pero con el tiempo esa percepción ha cambiado. Ahora percibo la
literatura actual como un algo desbordado, como flechas que apuntan en
múltiples direcciones, lo cual no me parece mal, me parece saludable esa
diversidad. Sin embargo, sí noto un problema cuando la literatura se enfrenta a
la realidad, especialmente a temas tan graves como el genocidio, la muerte de
ecosistemas enteros y colapsos sociales. No creo que sea responsabilidad de la
literatura resolver esos problemas, pero sí creo que, al ser una expresión
profundamente humana, puede y debe representarlos, problematizarlos,
incomodarnos con ellos., confrontar a la realidad.
Siento que en la literatura nacional
ya no hay una preocupación explícita por responder preguntas fundamentales
como: «¿Qué es el Perú? ¿Quiénes conforman este país? ¿Qué realidades las
habita?». Tal vez es una inquietud mía, algo personal que me ronda desde hace
un tiempo, porque cada vez siento que la idea de «Perú», se va tergiversando y
ensombreciendo a raíz de tantos crímenes e indiferencia. En ese sentido, no me
he encontrado con una preocupación colectiva de dichos temas por parte de la
literatura nacional. Aunque hay excepciones, una de ellas fue cuando descubrí
«Constitución política del Perú» (2024) de Santiago Vera, que es una obra
brillante. Él hace una revisión crítica de la Constitución Política desde la
poesía. Eso me pareció muy valioso, porque no es algo común. En cambio, veo que
esas preocupaciones aparecen con más fuerza en las artes plásticas. Por
ejemplo, el trabajo de Nereida Apaza, que aborda temas como el racismo y la
representación de las mujeres indígenas, es potente y directo. Me parece que
desde la década del 50 muchas de estas preocupaciones sociales se fueron
dejando de lado en la literatura, en favor de una experimentación más centrada
en la palabra y la estética. Y aunque esa búsqueda formal también es válida,
echo de menos una literatura que dialogue más con lo que estamos viviendo como
país.
Sebastián: ¿Qué nos podrías comentar sobre las movidas
poéticas que has encontrado en la ciudad de Arequipa o en los lugares en los
que hayas participado?
Jasmin Carmina: Me gustan mucho las exposiciones,
aunque en Cusco llegué a asistir a muy pocas. Pero cuando me mudé a Arequipa,
descubrí una escena artística muy sólida, y eso me encantó porque me nutrió
muchísimo. Especialmente por la presencia de muchos colectivos artísticos que
autogestionan exposiciones en diferentes espacios. Me pareció muy valioso que
para poder exponer las obras no era necesario haber estudiado cinco años o
tener una trayectoria académica extensa.
Eso me permitió conocer a artistas
realmente talentosos, como Nereida Apaza, Verónica Torocahua y Nicol Lazarte.
Las comunidades artísticas son muy activas y dispuestas al diálogo. Hay eventos
más alternativos, incluso clandestinos, donde se organizan concursos de óleo o
acuarela, y también charlas con preguntas muy interesantes sobre pintura y
procesos creativos. Me parece que ese tipo de espacios son esenciales, porque
permiten que el arte no se encierre solo en lo académico o institucional, sino
que se mantenga vivo, dialogando con distintas voces y realidades.
En cuanto a lo literario, he
participado en recitales desde que me mudé a Arequipa, en el año 2019. En uno
de esos recitales conocí a varios escritores y escritoras de la ciudad, lo cual
fue una experiencia muy enriquecedora. Una de las grandes ventajas de estos
encuentros es que puedes descubrir las escrituras de otras personas y, además,
intercambiar libros, lo que me gustó mucho.
En Arequipa hay recitales muy
variados: algunos organizados por estudiantes de la UNSA, y otros por poetas
que tienen más presencia en redes sociales. Creo que lo más importante es que
existan estos espacios y eventos donde podamos compartir nuestros pensamientos,
sensibilidades y referentes con otras personas, para así poder crear y
fortalecer proyectos conjuntos.
Sebastián: ¿Actualmente estás
pensando en escribir algún poema o realizar alguna presentación artística?
Jasmin Carmina: Sí, en este momento estoy
trabajando en el libro de una amiga, Nelly
Orccon, a quién estoy ayudando con la diagramación y el diseño de la
portada. Ella también estudió literatura en la UNSA, es fotógrafa y escritora,
y está involucrada en un proyecto muy interesante: una antología de poetas
cuzqueñas del siglo XX, algo que me parece muy impactante porque no había dado
con muchas investigaciones en torno a la literatura escrita por mujeres
cusqueñas del anterior siglo. Diagramar el libro me ha permitido conocer a
tantas autoras de Cusco que antes desconocía. Este libro será autofinanciado, y
para mí es un honor poder contribuir a que un proyecto tan significativo vea la
luz.
En lo personal, estoy escribiendo un
segundo poemario. He intentado explorar la narrativa, pero me cuesta mucho
escribirla. Este nuevo libro aborda el tema del hambre, pero en un sentido muy
amplio y mucha veces contradictorio: el hambre de riqueza, de poder, el sexual,
de espiritualidad, entre otros. Cada personaje del poemario va contando su
propia hambre. Ahora estoy en una primera etapa, escribiendo e investigando. Me
han recomendado varios libros que abordan el tema del hambre desde diferentes
perspectivas, lo cual me está ayudando mucho para cuestionar y comprender que
el hambre que yo siento es distinto al que experimentan otras personas que
viven en condiciones de pobreza extrema. Esa reflexión será fundamental para
darle profundidad y honestidad a mi poemario.
Sebastián: ¿Qué consejos les
darías a aquellas personas interesadas en el rubro de la poesía?
Jasmin Carmina: Esta pregunta también me sirve a mí
para reflexionar sobre lo que me hubiera gustado escuchar hace unos seis años.
Les recomendaría, primero, leer de todo: salir de estructuras rígidas y abrirse
a la diversidad, leyendo tanto a poetas contemporáneos como a autores del
pasado y de otros países. Pero no basta con leer sólo libros; también es
importante acercarse a otras formas de arte como la pintura, el cine y la
música. Por ejemplo, tratar de construir historias a partir de una canción o dejar que una imagen pictórica inspire un
poema.
No es necesario seguir un orden
estricto al leer, sino ir leyendo conforme lleguen los libros o el interés. Y
hay que dejar de lado los prejuicios antes de leer una obra. Es fundamental
construir un pensamiento crítico a partir de la experiencia directa con la
obra, porque el pensamiento crítico está profundamente ligado a la escritura.
No puede haber una escritura auténtica sin una mirada crítica: ambas son
inseparables.
Sebastián: ¿Qué estás leyendo
actualmente? ¿Qué opinas acerca de esas lecturas?
Jasmin Carmina: Justo ayer terminé de leer Las tres mitades de Ino Moxo (1983), del
escritor César Calvo, y realmente es un libro que me ha transformado bastante,
sobre todo en la manera de pensar y ver el mundo. Me ha hecho cuestionar sobre
cómo percibo la realidad, la cual siento que está siempre en tensión y
reconciliación con el mundo andino. Este libro me ha ayudado a darle un poco
más de dirección a ese problema identitario que tengo, además de mostrarme
conexiones interesantes entre lo andino y las comunidades amazónicas.
Encuentro una vinculación fuerte con
el mundo de las ideas de Platón, y el aire de los Asháninka. Aunque la
diferencia radicaría en qué los Asháninkas lograron darle un espacio a ese
mundo de las ideas, y ese lugar fue el aire. Además me gustó mucho que el autor
trabajará con testimonios recopilados de
brujos y testigos, y que después los ficcionalizara dentro de su propio viaje
con Ayahuasca, sin quitarles ese carácter verás.
Ahora estoy leyendo El hambre (2014), del escritor Martín
Caparrós, que es un libro muy intenso y visceral, me está impactando bastante.
Por otro lado, acabo de empezar un libro de Karina Pacheco; apenas llevo una
página y no puedo decir mucho de él. Pero tengo una anécdota con esta autora.
Cuando estaba en el colegio, en una feria del libro, me acerqué a su stand y
tomé un libro llamado La sangre, el
polvo, la nieve (2010). Ella empezó a contarme sobre la historia y me
fascinó tanto que quise comprarlo. Pero solo tenía veinte soles y el libro
costaba veinticinco. Finalmente, la autora me lo vendió al precio que tenía y
me dedicó el libro. Fue un momento que recuerdo con mucha emoción.
Sebastián: Muchas gracias por esta entrevista. Ha sido muy
interesante, amena y enriquecedora.
Jasmin Carmina: Muchas gracias a ti, Sebastián, por
la invitación. También agradezco a Anthony por crear este espacio para la
crítica en Arequipa, algo que antes no existía. Me parece increíble que haya un
espacio juvenil dedicado a la crítica, porque eso dinamiza el mundo literario y
abre diálogos realmente valiosos e interesantes.
Jasmin Carmina (Cusco, 2000) reside en la ciudad de Arequipa
y ha seguido estudios de Literatura y Lingüística en la Universidad Nacional de
San Agustín. Ha dirigido diversas revistas y formó parte de agrupaciones
artísticas enfocadas en la difusión artística. Dirigió la revista universitaria
Kacharpari (2023) y publicó plaquetas
bajo la dirección creativa de la revista de crítica pictórica Alalau! (2021-2023) y en el fanzine Tábano Subterráneo (2024-2025).
Asimismo, fue seleccionada para publicar sus poemas en la revista venezolana Poesía (2024), así como en la revista
internacional Un camino de tierra
(2020) de la Universidad de Salamanca, España. Asimismo, el 2024 publicó su
primer libro Desde aquí todo es fin,
poemario que aborda diversas problemáticas históricas y sociales de nuestro
país, así como hace énfasis en la memoria colectiva, el testimonio y la
ficcionalización de la historia peruana. Por otro lado, también se ha
desarrollado como artista visual exponiendo sus trabajos desde el año 2022 en
algunas galerías de nuestro país. Entre dichas exposiciones están Tierra curativa. Rituales para sanar
(2022), curado por Jerson Ramirez, en Galería SISMO (Arequipa); la exposición
colectiva internacional Voices of
resistance (2023), Dartmouth College, Hanover. Estados Unidos; Imágenes paganas (2023), Cultura 69
Underground Galerie; Face to face (2024),
exposición desarrollada por el grupo Colorbox; Enfoques (2024), Galería contemplación espacio. Salón de arte Arequipeño (2024), Galería MassArte, Barranco, Lima.
Asimismo, formé parte de la exposición internacional Universo Kafka (2024), en la galería del Centro Cultural de
Arequipa.
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