ENTREVISTA A KARINA PACHECO MEDRANO

 

KARINA PACHECO MEDRANO: «LA ESCRITURA ES TAMBIÉN UN HOMENAJE A LAS PALABRAS Y AL SIMBOLISMO QUE ESTAS ENCIERRAN»

 

Merecedora de diversos premios literarios y críticas elogiosas a su obra, Karina Pacheco Medrano* es una de las escritoras peruanas más importantes aparecidas en el siglo XXI. Desde una exploración de la oralidad, la historia, la sociedad peruana y los mitos indígenas, Karina ha publicado novelas y cuentos que muestran la complejidad de la sociedad peruana. El Hacedor conversó con ella sobre sus intereses, inspiraciones y reflexiones literarias.


Sebastián: ¿Sientes que tu percepción sobre la literatura y el oficio de escribir ha cambiado desde la publicación de tu primera novela hasta tu obra más reciente?

Karina Pacheco: Sí, creo que de un libro a otro una va probando distintas formas de narrar, y esto amplía nuestros propios horizontes sobre la literatura. Sin embargo, lo esencial se mantiene. Para mí, escribir es una pasión, pero también exige una pulsión constante por el pulido. Quien ama la literatura siente la necesidad de que las palabras sean precisas, y eso me ocurre a mí. La escritura no es solo redactar, es también un homenaje a las palabras y al simbolismo que estas encierran.

Sebastián: Es cierto, una obra maestra nunca surge de manera inmediata.

Karina Pacheco: Definitivamente no. Siempre hay que revisar y pulir. Incluso en caso de vértigo. Pienso, por ejemplo, en Honoré de Balzac, que publicaba sus novelas por entregas en revistas francesas y pasaba noches enteras escribiendo y corrigiendo a contrarreloj para cumplir con las fechas. Esa dedicación le da solidez a sus obras. Además, una buena novela también obliga al autor a replantearse cosas: la coherencia del conjunto, las preguntas de fondo, la manera de manejar la tensión en determinados momentos.

Sebastián: ¿Cómo ha sido tu experiencia en la publicación de tus libros?

Karina Pacheco: Al inicio publiqué con editoriales independientes. Por ejemplo, con la editorial San Marcos aparecieron La voluntad del molle (2006), No olvides nuestros nombres (2009) y La sangre, el polvo, la nieve (2010). En ese proceso, yo financiaba la mitad de la impresión y la editorial asumía la otra parte, además de proporcionarme un corrector de estilo para depurar el texto. La voluntad del molle solo tuvo una presentación en Cusco, a fines de marzo de 2006. Después no hubo más presentaciones y el libro circuló únicamente gracias a recomendaciones de lectores. Recibió una reseña muy positiva, y eso me animó a proseguir con la escritura de mi segunda novela, No olvides nuestros nombres, con la que gané el Premio Regional de Cultura del Cusco de 2008, un certamen convocado para las siete regiones del sur del Perú. Cada novela que he escrito tiene un estilo y un enfoque muy distintos. La voluntad del molle presenta una narradora que alterna saltos entre el presente y un pasado próximo en la región del Cusco; en cambio, en No olvides nuestros nombres la narradora transita entre Cusco, la selva del Manu y Europa, con saltos hasta los años 60 de la historia peruana. En mi tercera novela, La sangre, el polvo, la nieve, la novela retrocede aún más, al Cusco de inicios del siglo XX con un final marcado por el terremoto de 1950. Con mi cuarta novela, Cabeza y orquídeas, abordé por primera vez una historia (de poder, corrupción y narcotráfico) ambientada entre Lima y el norte del Perú; y con la siguiente, El bosque de tu nombre (2013) me lancé a escribir una historia que enfoca la violencia política que azotó Guatemala durante toda la segunda mitad del siglo XX, con sus secuelas en el presente. Para ello fue necesario hacer una investigación que me tomó varios años. Cada novela supone también un profundo proceso de exploración y aprendizaje.

Algunas personas piensan que comencé escribiendo cuentos, pero en realidad fue al revés. Mi primer libro de cuentos fue Alma alga (2010), que tuvo una única presentación en Lima. Con este pasé a otra editorial independiente, Borrador Editores. Como puedes ver, cada libro ha tenido un recorrido distinto. Algunos me dicen que he sido prolífica, particularmente en esos primeros años. Yo creo que se debe a que durante mucho tiempo estuve como anclada en la Antropología en la que me formé, y en cuanto me desaté a escribir literatura, sentí tanta devoción y pasión por escribir, que todo fue tomándome como un torrente. La atención mediática que recibía era mínima, pero todo aquello era tan profundo y fuerte, que seguía y seguía escribiendo, combinando mi trabajo como antropóloga con la lectura y la escritura literaria.

Con mi segundo libro de cuentos, El sendero de los rayos, publicado con mi propia editorial, Ceques, en 2013, me vi sorprendida con premio inesperado. Ya me había sentido muy contenta con que al final de aquel año el crítico Ricardo Gonzalez Vigil lo seleccionara como uno de los cinco mejores cuentarios para el premio Luces de El Comercio. Cuando el libro lo ganó, la sorpresa y la alegría fueron mayores. Este premio empezó a darle mayor visibilidad pública a mis escritos.

En 2016 salió una nueva edición, muy linda, de La voluntad del molle, a diez años de su publicación, con el Fondo de Cultura Económica y luego la editorial Planeta me convocó y me ofreció la oportunidad de publicar mis libros, de manera que mi siguiente novela Las orillas del aire (2017) y mis dos siguientes libros salieron con su sello Seix Barral. Posteriormente, con mi más reciente libro de cuentos, Niños del pájaro azul (2024), pasé a Penguin Random House. No obstante, de vez en cuando sigo publicando libros que combinan historia, antropología y temas de ciencias sociales con editoriales que abordan estos temas.

Ha sido todo un trayecto, un viaje a través de diferentes exploraciones creativas, casas editoriales y experiencias de edición; un camino arduo que me ha permitido aprender muchísimo y consolidar mi voz como autora.

Sebastián: ¿Cuándo decidiste convertirte en escritora?

Karina Pacheco: Recuerdo que, a los trece años, mientras leía Cien años de soledad, pensaba que algún día quería escribir literatura. Siempre me gustó leer y desde pequeña llevaba diarios. Hace poco encontré uno de cuando tenía doce o trece años, y en una página escribí: «algún día quiero escribir novelas». Ese deseo siempre estuvo presente en mí.

Sin embargo, en Cusco no existía la carrera de Literatura. Al mismo tiempo me atraía mucho la historia de las culturas, así que cuando descubrí la carrera de Antropología no dudé en postular. Luego trabajé muchos años como antropóloga, y creo que esa disciplina me ayudó bastante en mi oficio de escritora, sobre todo porque me dio una gran capacidad de observación y mucha disciplina.

Sebastián: ¿Cuáles dirías que son los maestros literarios que han influido en tu obra?

Karina Pacheco: No soy del todo consciente de quiénes han influido directamente, porque he leído desde muy niña y creo que cada lectura que te impresiona se convierte en parte de tu camino. Lo que sí tengo claro es que el poeta César Calvo me apasiona, por esa prosa única que desafía al lector. Entre mis otros referentes también están José María Arguedas, Vargas Llosa, Carmen Ollé y Blanca Varela. Yo no soy poeta, pero considero que la poesía es un arte mayor dentro de la escritura, y que enseña, sobre todo, a cuidar mejor la palabra.

Además, me han marcado Marguerite Yourcenar, Borges, Elena Garro, Stefan Zweig, Joseph Roth, y la escritora polaca Olga Tokarczuk, que me parece fantástica. Y, por supuesto, sigo leyendo constantemente poesía, historia y antropología. Siento que los autores que más te deslumbran se impregnan en tu escritura y te enseñan que uno no debe limitarse a un solo estilo.

Sebastián: ¿Por qué consideras que es importante revisitar los relatos orales a través de la literatura?

Karina Pacheco: En realidad, no lo hago porque piense que «deba» hacerse, sino porque siento una atracción natural hacia los relatos orales. Escuchar me parece maravilloso: cuando la gente comparte distintas historias, cuando oyes varios puntos de vista, siempre descubres algo nuevo. Hace unos días, por ejemplo, participé en un simposio llamado El flujo de la vida en los Andes, en homenaje a la antropóloga Katherine Allen, cuyo último libro, Zorroniño, traza la historia de un pueblo andino a partir de sus relatos orales. Allí ves claramente cómo los relatos y mitos andinos están cargados de simbologías, y eso es algo que me embelesa. Todo lo que te provoca preguntas, todo lo que te enseña nuevos mundos, nuevas miradas, termina enriqueciéndote como persona. Tu perspectiva del mundo se amplía, adquiere más hondura y matices.

Sebastián: ¿Cómo es tu proceso al momento de escribir?

Karina Pacheco: Depende mucho del género. En la novela, la propia extensión exige mayor dedicación y tiempo. Muchas de mis novelas me han demandado una gran investigación sobre personajes, épocas y escenarios, porque incluso la ficción necesita de la realidad. Por eso me impongo plazos concretos, sea para llegar al final o al menos a cierto número notable de páginas escritas. No me gusta cuando me preguntan qué estoy escribiendo ahora, porque considero que la buena literatura no se puede hacer a contrarreloj, porque sí. Necesita reflexión, silencio y paciencia para descubrir qué es lo que realmente puedes escribir a fondo, dando lo mejor de ti.

En el caso del cuento, en cambio, muchas veces surge de una situación que te plantea una pregunta y sabes que puedes responder de manera breve pero contundente. Sin embargo, tanto en cuento como en novela, creo que es fundamental establecer tiempos y plazos, de lo contrario el proceso puede dilatarse indefinidamente. Hay novelas excelentes que han tomado diez años en escribirse, pero siempre llega un momento en que el autor siente que la obra está terminada. Para mí, lo indispensable son esos plazos y, sobre todo, el interés por escudriñar en los temas que estás abordando. Si escribes porque un tema está de moda, sin que te conmueva de verdad, el resultado difícilmente será satisfactorio.

Sebastián: ¿Cómo siente que la antropología influye en la literatura y viceversa?

Karina Pacheco: Creo que ambas se nutren constantemente. La antropología me ha enseñado a mirar el mundo desde distintas perspectivas y a cuestionar los prejuicios tanto positivos como negativos con los que cargamos como seres humanos. Al escribir literatura, si creas personajes sin investigar lo suficiente, corres el riesgo de que se conviertan en caricaturas. Esa es una de las grandes lecciones que me dejó la antropología. Además, muchas de mis novelas y cuentos están ambientados en geografías diversas o en otros tiempos históricos, por lo que la investigación siempre ha sido fundamental en mi proceso creativo.

Por otro lado, la literatura también cumple un papel esencial: si uno quiere escribir Ciencias Sociales de manera que llegue al lector de un modo humano y cercano, no puede recurrir al lenguaje estrictamente académico. La literatura enseña a dar fluidez a las ideas y a construir un discurso más sensible y comprensible. Por eso considero que antropología y literatura son disciplinas que se complementan y enriquecen.

Sebastián: ¿Y cómo percibe la investigación en humanidades en el extranjero en comparación con el Perú?

Karina Pacheco: En el Perú hay investigadores de gran nivel en historia, antropología y ciencia política. El problema es que sus trabajos no siempre reciben la visibilidad que merecen en los medios. A pesar de ello, se producen investigaciones de mucho valor. Lo que nos falta, como sociedad, es escuchar más a los expertos y menos a la opinión superficial. Los influencers tienen un espacio enorme en la difusión de ideas; algunos poseen un gran conocimiento, pero son pocos. En cambio, quienes realmente investigan a profundidad suelen quedar relegados, y eso es algo que deberíamos cambiar.

Sebastián: En base a su experiencia como escritora, antropóloga y lectora, ¿hay algún autor o autora que considere que debería leerse con mayor énfasis en la actualidad?

Karina Pacheco: Son decenas de autoras y autores que merecerían ser más leídos y rescatados. Pongo un ejemplo: Arguedas es reivindicado como un héroe cultural, pero en realidad, salvo Los ríos profundos (1958), muy poca gente lee su obra. Para mí, El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971) es un prodigio de propuesta literaria, pero muy pocos la han leído. Otro caso es César Calvo, un autor extraordinario que sigue siendo poco conocido. Las tres mitades de Ino Moxo (1983) es para mí una de las mayores obras maestras de la literatura peruana, además que bebe y se sumerge en ese mundo amazónico siempre tan relegado en la historia y las lecturas peruanas.

En cuanto a las autoras, la lista es inmensa. Una que siempre menciono es Clorinda Caller Iberico, autora cusqueña que en los años cuarenta escribió una de las primeras novelas sobre la trata de niñas en la selva. Y, más allá de esos nombres, creo que incluso en Lima hay muchísimas voces valiosas que todavía no han recibido el reconocimiento que merecen. Te he mencionado tres ejemplos, pero en realidad son decenas.

Sebastián: ¿Cuál es su percepción sobre la narrativa peruana contemporánea?

Karina Pacheco: Pienso que estamos en un buen momento, porque en los últimos años se han publicado novelas muy interesantes y exigentes. Sin embargo, entre los más jóvenes noto demasiada premura por publicar. Las buenas novelas no surgen de la prisa. Un solo cuento puede salir muy logrado, pero un conjunto de cuentos exige tiempo, trabajo y paciencia.

Hay muchas historias potentes, pero siento que a varios libros les falta mayor elaboración literaria, un trabajo más cuidadoso de pulido. Creo que necesitamos más autoexigencia, porque solo así se puede alcanzar una literatura de verdad sólida y perdurable.

Sebastián: ¿Cuáles cree usted que son las principales dificultades para llevar a cabo un proyecto editorial? Y, en ese sentido, ¿qué objetivos le gustaría cumplir como editora?

Karina Pacheco: Con mi editoral, Ceques, he tenido la oportunidad de publicar libros que me parecía valiosísimos. Algunos han sido proyectos nuevos y otros han consistido en rescatar obras que estaban fuera de circulación para darles nueva vida. También he recibido la confianza de estupendos autores que me han propuesto publicar sus libros, lo cual ha sido muy gratificante.

Un ejemplo especial para mí es La visión de los vencidos, de Nathan Wachtel. Cuando en los años 90 hice mi doctorado en España, encontré la obra en su idioma original, y como en el francés es un idioma que me fascina, la leí con devoción. Era un libro que me resultaba tan esclarecedor sobre las fracturas que surgieron en el mundo andino en el siglo XVI. En ese momento me dije, ¡ah, cómo me gustaría traducirlo! Luego supe que ya estaba traducido y publicado en español (en 1976). Cuando en 2015 conocí al autor en persona en el Cusco, tímidamente le pregunté si querría que hiciéramos una nueva traducción y edición (a partir de la versión ligeramente ampliada que se publicó en Francia en 1992), me dijo que estaría encantado. Aquello fue muy significativo para mí. Pero hemos hecho otras varias reediciones, en literatura y ciencias sociales. Por ejemplo, El recuerdo de Luna. Género, sangr y memoria en los pueblos amazónicos, de Luisa Elvira Belaúnde; o la del escritor huancavelicano Ulises Gutiérrez Llantoy, autor de una estupenda novela sobre la violencia política Ojos de pez abisal; o El abanico y la cigarrera. La primera generación de mujeres ilustradas en el Perú, de Francesca Denegri.

Ahora Ceques está en un prolongado sabático. El aspecto económico ha sido un gran obstáculo en el trabajo editorial. Nosotros nunca hemos cobrado a los autores por publicar sus libros, por lo cual, dependemos exclusivamente de las ventas. Varias librerías tardan mucho en pagar, y en algunos casos no pagan. Algunos distribuidores se han quedado con muchos valiosos ejemplares sin pagar o sin devolver, entonces, llevar esto adelante, además de todo el trabajo de edición y a veces traducción, se iba haciendo cuesta arriba. Aun así, cuando sabes que estás publicando libros valiosos, que serán leídos, ese esfuerzo se siente justificado.

Sebastián: ¿Considera que su escritura forma parte de un nuevo movimiento latinoamericano? ¿Cree que etiquetas como “literatura femenina” ayudan o más bien estigmatizan la labor creativa de las mujeres?

Karina Pacheco: El término «literatura femenina» no me gusta. Creo que lo que estamos viviendo es un momento en el que por fin se reconoce que a lo largo de la historia existieron grandes voces de mujeres que no fueron leídas. Ahora hay una apertura mayor para visibilizar esas voces y para dar espacio a las nuevas generaciones de escritoras, aunque los prejuicios hacia la calidad de la producción (científica, literaria, no doméstica) de las mujeres persisten, no solo en la literatura.

Durante siglos hemos crecido en una cultura que asoció lo intelectual casi exclusivamente al hombre. Desarraigar esa idea tomará tiempo. Es cierto que ahora existe más apertura, pero la etiqueta de «narrativa femenina» sigue estando cargada de prejuicios.

Sebastián: ¿Qué consejos le daría a quienes están interesados en ser escritores y también a quienes desean dedicarse a la investigación?

Karina Pacheco: Les aconsejaría, ante todo, asumir una actitud de humildad y ánimo por el permanente aprendizaje. Eso permite ser conscientes de los prejuicios y estereotipos que todos cargamos. Desde niños nos enseñan qué es «bueno» y qué es «malo», o cómo debemos sentir y pensar en determinadas situaciones, y ese condicionamiento nos acompaña. Por eso, es necesario despojarse de esas cargas y cultivar la disposición de escuchar, leer lo diverso. Esa misma actitud es la que te acerca a la literatura.

Hoy existe demasiada inmediatez, y se olvida que para escribir un libro es indispensable haber leído mucho antes. Algunas personas piensan que basta con que les guste escribir o leer, pero eso no es suficiente. Es necesario leer muchísimo, no como requisito, sino como pasión, porque de lo contrario resulta muy difícil elaborar una obra con originalidad y vuelo.

Sebastián: ¿Qué está leyendo actualmente y qué opinión le merece esa lectura?

Karina Pacheco: En las últimas semanas he estado releyendo Precisamente como los elefantes (2025), un hermoso libro de cuentos de Hugo Velasco, autor de Huancayo que pude descubrir cuando fui jurado del premio de cuento de la Asociación Peruano Japonesa. Este libro ganó el concurso y ahora lo retomo porque me han invitado a presentarlo en la FIL Lima. También estoy leyendo Jauría (2025), de Patricia del Río, una originalísima novela corta que aborda la violencia a través de la mirada de los perros que buscan a sus amos desaparecidos. Y finalmente La mujer incierta (2024), de Piedad Bonnett, una suerte de autobiografía escrita con ese lenguaje lírico que la caracteriza. En los tres casos son libros que presentaré en la FIL Lima. Pero, además, he leído fascinada la más reciente novela de Philippe Claudel, Crepúsculo. Es un autor francés que sigo y admiro desde hace muchos años.

Sebastián: Muchas gracias por su tiempo y su paciencia. ¿Quisiera añadir algo más para cerrar esta entrevista?

Karina Pacheco: Solo comentar que siempre es tiempo de leer, porque cuando leemos también nos leemos hacia adentro.

*Karina Pacheco Medrano (Cusco, 1969). Escritora, antropóloga y editora, es doctora en Antropología de América por la Universidad Complutense de Madrid. En Literatura, es autora de las novelas El año del viento (2021) con la que obtuvo el Premio nacional de Literatura en 2022; Las orillas del aire (2017); El bosque de tu nombre (2013); Cabeza y orquídeas (2012), ganadora del Premio Nacional de Novela Federico Villareal 2010; La sangre, el polvo, la nieve (2010); No olvides nuestros nombres (2009)ganadora del Premio Regional de Novela 2008 del INC de Cusco; y La voluntad del molle (2006). También es autora de los libros de cuentos Niños del pájaro azul (2024); Lluvia (2018); Miradas. Antología de cuentos (2015); El sendero de los rayos (2013), Premio Luces y Artes de El Comercio a mejor libro de cuentos publicado en 2013; y Alma alga (2010). Cuentos, artículos y relatos suyos han sido publicados en numerosas antologías y revistas literarias de América Latina y Europa. Dirige Ceques Editores, editorial independiente especializada en Literatura, Historia y Antropología.

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