ENTREVISTA A LUIS FRANCISCO PALOMINO
LUIS FRANCISCO PALOMINO: «DESPUÉS DE PUBLICAR POR PRIMERA VEZ, TE VUELVES MÁS CONSCIENTE DEL VALOR DEL TIEMPO Y ENTIENDES QUE LA PACIENCIA ES UNA VIRTUD ESENCIAL PARA CUALQUIER ESCRITOR»
Luis Francisco Palomino* es un joven escritor limeño que acaba de publicar su último libro de cuentos, Huaraca (2025), en el cual explora con maestría y solvencia la historia de seres marginales conviviendo en la capital peruana. Con motivo de su paso por Arequipa, El Hacedor conversó con él sobre sus motivaciones literarias, inspiraciones y reflexiones.
Sebastián: A partir de la publicación de tu último libro de
cuentos, Huaraca (2025), ¿sientes que ha cambiado tu forma de
escribir desde tu primer libro de cuentos?
Luis: Sí, por supuesto. Hay dos aspectos que puedo identificar
claramente. En Huaraca (2025), la construcción de los
personajes fue más reflexiva, más funcional a las tramas. Hubo un proceso
intelectual más marcado. En cambio, Nadie
nos extrañará (2019) nació de un impulso más intuitivo, casi visceral. Ese
cambio me llevó también a acercarme a otros textos, lo que considero una
especie de investigación literaria y personal. En Huaraca, los personajes se construyeron en diálogo con esas otras
lecturas, entre la configuración de personajes y el uso del lenguaje. Creo que
otro elemento importante fue la poesía peruana. Esa influencia está muy
presente en Huaraca, mientras que en Nadie nos extrañará no hubo ninguna
intención de pulir el lenguaje; simplemente fluía, con un carácter mucho más
espontáneo.
Por último, lo académico también
influye, no solo como una estructura formal, sino como una especie de balotario
desde el cual puedo evaluar mi propia obra con cierto grado de objetividad,
detectando lo que funciona, lo que no, y lo que aún está en construcción.
Sebastián: ¿Encuentras alguna dificultad al momento de
escribir? ¿Notas alguna diferencia entre la escritura textual y la que parte
desde la imagen?
Luis: Lo que más me interesa es explorar distintos registros,
porque forma parte de mi personalidad, ya que me aburro si hago lo mismo
durante mucho tiempo. Por ejemplo, en Huaraca,
los textos tienen estilos distintos, y el tono de los narradores está bastante
diferenciado. Cada historia me plantea su propia forma de ser contada, y eso lo
defino desde que empiezo a imaginarla.
En el caso de mi novela gráfica, Virgen de los Andes —que trata sobre la
religión en el Perú de los años noventa y aborda el tema de las
esterilizaciones forzadas—, sentí que lo gráfico era el mejor camino para
narrarla. Al inicio, incluso pensé que podía convertirse en una película, pero
los costos de producción eran muy altos y el tiempo de realización también era
una barrera. Entonces, junto con un amigo que dibuja muy bien, decidimos
aventurarnos en la novela gráfica. Y felizmente obtuvimos financiamiento del
Ministerio de Cultura.
El año pasado también escribí un
guion para una obra de teatro. Estaba atravesando momentos difíciles por temas
de extranjería, y quise volcar algo de eso en la obra. Decidí insertar
personajes del Perú del siglo XVII, y en algún momento sentí temor de salirme
del realismo. Comparto la idea de que Mario Vargas Llosa es una figura central
en la narrativa peruana, pero también creo que su influencia puede ser
contraproducente. A veces se asume que la única forma «correcta» de escribir
una novela es que tenga entre 600 y 700 páginas, que sea política y realista. Y
aunque eso está bien, puede ser limitante si como creador no te permite
explorar otros géneros o lenguajes narrativos.
Sebastián: ¿Cuáles son tus referentes literarios?
Luis: Soy muy fan de Roberto Bolaño. No solo me parece un gran
escritor, sino alguien que te vuelve un apasionado de la literatura. Bolaño te
advierte de los peligros de este oficio, que puede ser canallesco, donde a
pesar de saber que probablemente serás derrotado, hay que tener valentía. Por
eso lo considero un referente fundamental para mí.
También me gusta mucho la poesía
peruana. Autores como Arturo Corcuera, Antonio Cisneros, César Vallejo, César
Moro y Jorge Eduardo Eielson. Este último me parece especialmente ingenioso y
soñador. Tiene una imaginación poderosa que logra combinar el ser con la
creación, y eso es lo que más me llama la atención, debido a que le da emoción
a la realidad.
Últimamente estoy leyendo a Gaston
Bachelard, un filósofo francés que escribió La
poética del espacio (1957).
Me interesa mucho porque analiza la vida desde lo poético. Por ejemplo, no
habla de la casa solo como un objeto físico, sino también como un espacio
imaginario. Eso me resulta muy útil al escribir, porque muchas veces el hogar
no está solo en lo material, sino también en la mente y en la propia
naturaleza, como un caracol que lleva su refugio consigo. También he leído La intuición del instante (1932), otro de sus libros, donde
plantea que la vida es una sucesión de ritmos. Según él, una persona muy lúcida
podría llegar incluso a anticiparse al tiempo, a lo que está por venir, al
igual que uno anticipa las notas en una progresión musical. Me parece una idea
maravillosa. Me agrada encontrar autores con esa originalidad en el
pensamiento.
Anthony: ¿Recuerdas cómo fue la publicación de tu primer
libro?
Luis: Sí, lo recuerdo bien. Fue un proceso bastante emocionante,
como suele pasar con todo lo que haces por primera vez. Hay nervios,
incertidumbre, miedo de que el resultado no sea el que esperas. Pero considero
que es una etapa necesaria. Después de publicar por primera vez, te vuelves más
consciente del valor del tiempo y entiendes que la paciencia es una virtud
esencial para cualquier escritor.
He visto a muchos autores inéditos
que quieren publicar de forma inmediata, casi desesperadamente. Y aunque
lanzarse a publicar es importante, también lo es tener la humildad de escuchar
las críticas, tanto las positivas como las negativas, de quienes se toman el
tiempo de leer tu obra. Creo que lo más valioso que puede hacer un escritor es
ser sincero consigo mismo respecto a lo que escribe. Al final, lo importante es
que uno se sienta satisfecho con lo que ha creado, que sea algo que
verdaderamente le guste a uno mismo.
Sebastián: ¿Cuáles son tus percepciones sobre la narrativa
peruana contemporánea?
Luis: Actualmente no existen movimientos literarios definidos, y
en parte creo que eso está bien. Por un lado, los movimientos funcionan muy
bien en términos publicitarios. Es importante que exista cierto bloque
colectivo si se quiere figurar internacionalmente. Si observas el caso del boom
de escritoras argentinas, el impacto fue mayor precisamente porque se percibía
como un movimiento, aunque las propuestas fueran diversas. Esa unidad da
fuerza.
En el caso peruano, no ocurre algo
similar. Creo que eso se debe, en gran medida, al individualismo. Cada escritor
está trazando su propio camino, con propuestas muy distintas entre sí. Esa
dispersión, aunque limita el impacto mediático, enriquece las librerías con
voces diversas. Últimamente me ha interesado mucho lo que viene haciendo Romina
Paredes con su obra Famulus (2019). Integra el periodismo
narrativo o de no ficción dentro del cuento, y lo ambienta en un espacio
concreto como San Borja, lo que le da una identidad muy fuerte. También destaco
el trabajo de Malena Newton, cuyo primer libro de cuentos me pareció muy
acertado, porque propone elementos peruanos desde una mirada fresca. Este año
Dany Salvatierra y Gianni Biffi también han aportado dos títulos que darán que
hablar.
Por otro lado, me parece que el
proyecto de ciencia ficción de Manuel Maldonado y Leonardo Ledesma, El demonio camuflado en el asfalto (2019), tenía potencial sobre todo
por su uso de espacios reconocibles para el lector peruano. Sin embargo, no
logró ser del todo atrapante, como si no se hubiera desarrollado completamente.
Anthony: ¿Qué opinas sobre las etiquetas o generaciones
literarias?
Luis: No siento que haya una verdadera voluntad de solidaridad
entre los escritores peruanos. Más bien, percibo la existencia de bandos,
amiguismos y dinámicas que no contribuyen a fortalecer una industria que ya es
bastante frágil, sobre todo si la comparamos con la de México, Argentina,
Colombia o España. Creo que una de las palabras que más daño ha hecho es «generación»
o peor aún «el mejor escritor de su generación». Esa necesidad de destacar
puede estar bien a nivel personal, pero también deberíamos pensar en el
panorama literario como un mapa más amplio, donde el trabajo colectivo y el
diálogo puedan enriquecer el todo.
Formar grupos, ya sea por afinidad
estética o por temas en común, puede ser valioso si parte de una búsqueda
genuina y colaborativa. Pero es contraproducente cuando se forman solo para
competir de forma enfermiza. Creo que tantos años de rivalidades han impedido
que surjan figuras verdaderamente representativas a nivel nacional. Al final,
creo que quienes compiten con uno mismo, con su propia obra, son quienes
realmente logran avanzar.
Anthony: ¿Cómo inició tu interés por elaborar guiones?
Luis: Esta idea surgió en el año 2020, cuando fui convocado para
escribir la telenovela romántica Mi vida
sin ti. Desde entonces, le tengo mucho respeto y cariño al formato de la
telenovela. Es un trabajo muy demandante, donde tienes que crear todos los
días, pensar cómo continuará la historia, revisar constantemente qué funciona y
qué no. Además, trabajas en equipo, con otros guionistas, y estás atento a las
reacciones de la audiencia, que muchas veces pueden cambiar por completo el
rumbo de la trama.
Eso sí, hay que tener claro que la
telenovela es un formato con sus propias reglas. No siempre es compatible con
contenidos densos o demasiado elaborados, porque tiende hacia la exageración y
el melodrama. Pero dentro de esos límites también se puede aprender mucho sobre
ritmo narrativo, estructura y conexión emocional con el público.
Sebastián: ¿Qué le dirías a todas las personas que quieren
interesarse por la literatura?
Luis: Les diría algo que puede parecer contradictorio, pero que
para mí es clave: hay que tomarse la escritura en serio, casi de forma sagrada,
como quien lee de rodillas, haciendo peregrinaciones entre autores. Sin
embargo, también hay que saber reírse de uno mismo. Tener sentido del humor, no
tomarse tan en serio, y ser auténtico con los propios deseos literarios. Creo
que lo más decepcionante no es recibir una crítica negativa en un medio, sino
aceptar que lo que escribiste no fue lo que realmente sentías.
También recomendaría conservar
siempre la capacidad de asombro, leer con ojos nuevos, mirar la teoría con
curiosidad y humildad, y pedirle a Dios o al universo que te permita tomar
buenas decisiones en el momento adecuado.
Sebastián: ¿Qué te motivó a
elegir personajes adolescentes en tu narrativa? ¿Podrías mencionar qué
dificultades encontraste en la realidad de un adolescente peruano en pleno
siglo XXI?
Luis: En realidad, no pienso en el peruano como un adulto.
Siempre he tenido la sensación de que el Perú es un país adolescente o incluso
más joven. Llevamos menos de 200 años de república, y arrastramos una profunda
crisis de identidad desde la época colonial. Hemos sido históricamente
desplazados del centro de atención, y eso ha marcado nuestra forma de habitar
la nación. Vivimos en un contexto en el que el grupo de poder es muy reducido.
Lo marginal, lo excluido, representa a la gran mayoría. Por eso creo que, para
muchos jóvenes, dedicarse a la literatura puede ser una carrera injusta.
Algunos tienen la meta mucho más cerca, mientras que otros ni siquiera logran
divisarla.
En mis libros Nadie nos extrañará y Huaraca
los personajes forman parte de ese escenario. Son seres que tratan de encontrar
su camino en medio del caos. Algunos son cínicos, con plena conciencia de esa
realidad quebrada. Por eso es tan importante tener un espacio mental donde
sobreviva el optimismo y el empoderamiento. En Huaraca, por ejemplo, la protagonista recoge del pasado una
energía, una fuerza, que le permite soportar la crudeza de lo cotidiano. La
imaginación empodera. Y lo que cultiva la imaginación son las artes: la
literatura, la poesía, la música, el teatro, las humanidades. En ellas está esa
chispa que puede sostenernos incluso en los contextos más difíciles.
Sebastián: ¿Por qué lo material le ha ganado a lo humano?
Luis: Porque es el mejor negocio. Lo material ofrece resultados
rápidos, visibles y cuantificables. Y, claro, para que la vida sea más
desafiante siempre se necesitan villanos. No sé si fue Tolstói quien dijo algo
similar, pero sin esa tensión, la vida sería muy aburrida. A veces necesitamos
del conflicto para darle sentido a lo humano.
Sebastián: ¿Qué libro te encuentras leyendo actualmente?
Luis: En este momento estoy leyendo varios libros teóricos.
Algunos son manuales de escritura, especialmente sobre la creación de diálogos
y construcción de personajes, de autores bastante comerciales como Robert
McKee. También tengo lecturas obligatorias por el doctorado. Estoy leyendo un
libro de María del Carmen Bobes, que es un estudio sobre el desarrollo histórico
de los personajes, el cual me parece muy interesante.
Luis Francisco Palomino* (Lima, 1991) estudió periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Trabajó como escritor del suplemento de variedades del diario El Peruano, y también como cronista de conciertos. En 2018 publicó su primer libro Salim Vera: Biografía Autorizada, una biografía del cantante de la banda peruana de rock, Libido, Salim Vera. En 2019 publica su segundo trabajo, Nadie nos extrañará. Un grupo de nueve cuentos que nos introduce a la lucha de los millenials contra la ciudad, sus anhelos y angustias. A inicios del 2020 fue invitado a presentar su trabajo a la vigésima edición del Salón del Libro en Luxemburgo. Meses después, publica virtualmente COVIDMAN: La bitácora del escritor con coronavirus, novela web en la cual narra sus propias aventuras con respecto a la pandemia covid y la enfermedad que él mismo padeció, cofinanciado con Innóvate Perú del Ministerio de la Producción del Perú a través del reto InnovaCovid-19. Actualmente radica en España, completando un doctorado en literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado recientemente el libro de cuentos Huaraca (2025).

Comentarios
Publicar un comentario