ENTREVISTA A JOSÉ GABRIEL VALDIVIA
JOSÉ GABRIEL VALDIVIA: «SENTÍ QUE DEBÍA INSTALAR MI
PROPIA VOZ DESDE LO REGIONAL. PORQUE CONSTRUIR DESDE LO LOCAL NO SIGNIFICA
LIMITARSE, SINO UBICARSE: TENER UN PUNTO DE PARTIDA FIRME DESDE EL CUAL
HABLARLE AL MUNDO. Y ESO, EN TÉRMINOS POÉTICOS, ES FUNDAMENTAL»
Crítico literario, docente universitario, periodista cultural y esencialmente poeta, José Gabriel Valdivia* es uno de los máximos exponentes de la poesía surperuana de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. En esta oportunidad, Sebastián Alva de El Hacedor conversó con él sobre su formación literaria, así como sus intereses y reflexiones sobre el arte de la creación.
Sebastián: ¿Cómo siente que ha madurado su poesía a lo largo del tiempo?
José Gabriel: En primer lugar, gracias por este encuentro que, aunque fue
postergado en varias ocasiones, finalmente se ha concretado. Creo que, cuando
uno se inicia en el mundo de la literatura —y en particular en el de la poesía—,
el principal desafío es encontrarse a sí mismo. La realidad que nos rodea está
siempre presente, pero cuando se es joven, esa realidad tiende a desbordar. En
ese sentido, la poesía permite un proceso de introspección, de búsqueda
interior, y es justamente a través de ese encuentro con uno mismo que empezamos
a comprender y a interpretar el mundo exterior. Al inicio, lo más difícil para
mí era precisamente ese proceso de encuentro personal. Estaba rodeado de
palabras, imágenes y figuras que me atravesaban, y muchas veces no entendía de
dónde surgía el conflicto interno. Además, ese proceso estaba condicionado por
el contexto social, histórico y cultural de la época.
Por ello, comencé escribiendo poemas muy breves, y gracias a
ellos comprendí que existe una perspectiva personal que siempre está en diálogo
con la realidad. Esta idea fue madurando en mí hasta llegar a una conclusión:
el verdadero conflicto está en las palabras que uno elige, en los temas que
aborda. Con el tiempo entendí que el universo poético que uno desea construir
no parte tanto de grandes pensamientos, sino de los grandes sentimientos que
habitan al ser humano. Ya sean emociones oscuras, como la ira, o luminosas,
como el amor, la poesía puede estructurarse a partir de ese vínculo profundo
con lo que sentimos. Así, se establece una conexión inevitable entre el mundo y
uno mismo, y en esa intersección es donde realmente ocurre la poesía. Recuerdo
con claridad mis primeros ejercicios poéticos de juventud, donde gasté sueños,
papel y vida. Como joven poeta comprendí que este oficio es exigente, más
demandante de lo que imaginaba, y que requiere una entrega constante. Esa
convivencia diaria con la escritura va moldeando una actitud propia, una voz, y
permite desarrollar una madurez en el discurso. Al final, escribir es revisar y
estudiar de manera constante, impulsado siempre por la vocación. La clave,
creo, está en escribir mucho, sin cesar, hasta que uno logre encontrar su
propia esencia.
Sebastián: Sí, es interesante cómo
el ser humano puede asemejarse a otro, pero al mismo tiempo, encontrar su
propia diferencia.
José Gabriel: Exacto. Eso lo noté claramente en mis dos primeros libros.
Y, afortunadamente, con el tiempo logré madurar. Gracias a ello, comencé a
recibir reconocimiento, tanto del público como de los medios locales. Ese
vínculo con la poesía se volvió más entrañable, más íntimo, y de esa
experiencia nacieron dos libros muy significativos para mí: Flor de cactus y otras espinas (1989). Ambos representan una especie de declaratoria poética y
vital, como si empezara a perfilar lo que muchos llaman el «estilo». Después de
ese período, dejé de publicar, pero nunca dejé de escribir. Solo que ahora lo
hago desde una mirada más técnica, más retórica y profesional. Esa es la meta a
la que uno aspira con los años. He trabajado mucho tiempo en ello y he
aprendido a valorar la brevedad, ya que tengo una inclinación natural por los
poemas breves, concisos.
También hay en mis libros poemas dedicados a autores que
admiro y a amigos cercanos. Intento que cada poemario sea distinto, que tenga
un tema concreto y que logre una fusión entre lo personal, lo interno y lo
externo. En algunos casos, esto requiere un esfuerzo mayor, sobre todo cuando
se trata de explorar la condición humana desde una mirada más filosófica.
Porque, al final, hay cosas que pertenecen a Dios, otras al hombre, otras a la
ciencia y algunas que ninguno de los tres puede resolver. La ciencia no siempre
tiene respuestas, Dios a veces parece no asistirnos, todo depende del
sentimiento que te habita. Pero, en términos generales, yo me he acercado a la
poesía desde siempre. Ha sido una constante en mi vida.
Sebastián: ¿Qué tal ha sido la
recepción de su libro en el extranjero? Tengo entendido que fue publicado en
Francia.
José Gabriel: Así es. Todo comenzó gracias a un amigo, Porfirio Mamani,
que me aprecia mucho. Un día me dijo que quería difundir poesía de nuestro país,
ya que consideraba que mi poemario era importante para comprender la poesía
peruana contemporánea. Gracias a ese impulso, presenté el libro a unos editores
franceses y a un traductor de una editorial independiente en París. Lo
revisaron detenidamente y, finalmente, aceptaron publicarlo. Fue una
experiencia muy gratificante, porque sentí que, de alguna manera, estaba
logrando internacionalizar mi trabajo. Además, la edición fue bilingüe, lo cual
me pareció fundamental para llegar a un público más amplio. Y lo más
sorprendente fue que la edición se agotó, lo cual me llenó de alegría.
Tiempo después, este mismo amigo volvió a contactarme, luego
de un largo silencio, para preguntarme en qué estaba trabajando. Le compartí lo
que estaba escribiendo en ese momento, y decidió presentar este nuevo material
a una editorial aún más reconocida. Los editores lo valoraron positivamente, le
dieron una calificación muy alta. Sin embargo, surgió un reto: el proceso de
traducción. A pesar de ello, participé activamente en cada una de las preguntas
que surgieron durante esa etapa, porque me parece importante cuidar el sentido
original del texto. Creo que los contactos, y sobre todo los amigos que te
valoran sinceramente, son esenciales en este camino. Este amigo del que te
hablo siempre me pregunta por mis obras, aunque confieso que a veces me pone
nervioso, porque aún no termino algunos proyectos. Pero ese interés genuino
también me impulsa a seguir escribiendo.
Sebastián: Cuéntenos su experiencia de publicar en otro idioma. ¿Ha intentado traducir a otro autor?
José Gabriel: Sí, hemos intentado traducir a un
poeta. Y lo hicimos más como ejercicios poéticos que como una labor de
traductor, debido a que tenía el afán de acercarme a la literatura escrita en
francés y saber un poco más de ella.
Y ahora que veo mi experiencia con respecto a la traducción
a veces hay cosas que sí son posibles traducir y hay otras que ya no, porque el
autor no es guía del traductor.
Sebastián: ¿Qué nos podría decir de su trayectoria como investigador literario?
José Gabriel: Yo creo que en este aspecto hay que
tender un puente, porque yo ejercía el periodismo y a veces escribía de la
cotidianidad y de la literatura que era mi cotidianidad. Fue el periodismo el
que me brindó la oportunidad de poder hacer ese ejercicio de comentar sobre
literatura y de escribir.
Cabe mencionar que, en Lima, cuando conozco a Raúl Bueno y Antonio
Cornejo Polar, me entero que una de las formas de poder sobrevivir en esta
profesión es la crítica y sobre todo en el mundo académico. Pero en ese
entonces yo no tenía ni la más mínima intención de ser docente universitario,
ya que no estaba en mis planes.
Cuando inicié como docente universitario tomé mayor
conciencia de la profesión y luego a través de ella destilaba algunos juicios
críticos como lo hacía Cornejo Polar. De hecho, mi inspiración siempre fue Raúl
Bueno para mi tesis.
Entonces me di cuenta de que no hay un divorcio como tal
entre la crítica y la creación. Esto me lleva a trabajar en un proyecto el año
1997, donde se publicaron unos libros guindas sobre autores arequipeños y ahí
empecé a hacer un ejercicio crítico más serio. Me empiezo a dedicar a hacer
biografías, seleccionar poemas y preparar antologías. Esto me da un espacio que
yo no lo tenía planificado. Después trato con Mariano Melgar y tuve la suerte
de ser llamado para estudiarlo y así nace mi lado crítico, porque hice una
antología, biografía y la crítica melgariana. Esto me llevó largo tiempo entre
leer, seleccionar y todo lo que implica el ejercicio de la crítica.
Cuando reseñan este libro encuentran que subyace toda una lectura
de la crítica poética solo a partir de un autor. Desde las diferentes
tendencias y las formas de cómo se abordó el problema del yaraví, de las
fábulas y de la poesía. Esto me permitió continuar desde un aspecto más poético
para comprenderlo; además, la experiencia de hacer la antología me llevó a
valorar realmente la calidad de Alberto Hidalgo como poeta. Entonces, para
distinguir el panfleto y otras actividades que él tuvo, decidí estudiar a
Hidalgo e hice una investigación para saber si era futurista o no y ahí trabajé
la antropofagia. Por otro lado, mi tesis de bachiller fue sobre Enrique Huaco, donde
apliqué el método semiótico, que aprendí con Raúl Bueno.
Con respecto a Edmundo de los Ríos, tiene novelas que me
llamaron mucho la atención desde que las leí por su temática y contexto.
También la forma en que las escribe es muy genuina, pero, lamentablemente, no
figura en el canon de la novela peruana.
Sebastián:
¿Cuáles son sus maestros literarios? ¿Qué obras han influido en sus escritos?
José Gabriel: En mis inicios tuve tres poetas clave que marcaron mi
camino. Todos ellos están citados en los epígrafes de mi obra Flor de cactus. Uno de ellos es Miguel
Hernández, el otro es Vicente Aleixandre. También leía a dos poetas griegos,
cuya mirada mitológica y simbólica me influenció profundamente, y más adelante
incorporé a los poetas italianos herméticos que también fueron fundamentales en
mi formación. Sin embargo, hubo otros poetas que me impulsaron a buscar una voz
más personal. Entre ellos destaco a Guillermo Mercado Barroso, quien, desde
Arequipa, ha construido una poesía muy especial sin necesidad de trasladarse a
la capital. Gracias a él encontré un espacio en la poesía arequipeña, que para
mí está representada principalmente en Enrique Huaco y el propio Guillermo
Mercado. Ellos me permitieron asumir una pertenencia literaria regional, sólida
y significativa. Por otro lado, mi formación también se nutrió de la narrativa.
He sido lector, en paralelo, de José María Arguedas y Mario Vargas Llosa. A
ambos los leí con la misma intensidad, y gracias a ellos pude entender la
tensión entre lo urbano y lo andino, que define buena parte de la literatura
peruana del siglo XX. Últimamente me interesa Miguel Gutiérrez Correa.
En el campo del ensayo, uno de los textos que más valoro es
el ensayo El regionalismo y el
centralismo de José Carlos Mariátegui, que me enseñó a pensar desde lo
propio, desde lo periférico. En la misma línea, fue muy importante para mí El desborde popular de José Matos Mar,
un libro clave para comprender los cambios sociales y culturales del Perú. En
mi obra poética hay muchas de estas lecturas que se filtran, que dialogan en
silencio con mis versos, y muchas de ellas están explícitamente citadas en los epígrafes.
Cada epígrafe no solo es una referencia, sino una forma de agradecer ese legado
que me ayudó a construir mi voz poética.
Sebastián: ¿Y qué otros referentes
artísticos han influido en su obra?
José Gabriel: Me formé escuchando la nueva trova, ese movimiento de
canción protesta que marcó una época. Luego vino el auge del folclore
latinoamericano, que en los años 80 cobró mucha fuerza con sus fusiones entre
lo andino y lo urbano. También escuchaba música extranjera de la época, que, de
una u otra forma, fue entrando en mi expresión poética. Estos géneros musicales
me acompañaron mientras escribía; eran parte del ambiente en el que surgían mis
versos.
En cuanto al cine peruano, también tuvo un impacto en mí.
Recuerdo que, en mi juventud, me marcaron profundamente películas como Gregorio, La boca del lobo y Juliana.
Esos filmes no solo retrataban realidades crudas, sino que también tenían una
carga poética y social que resonaba con lo que yo intentaba construir en la
escritura.
Sebastián: A
lo largo de su experiencia, ¿cuál es su percepción sobre la literatura peruana
en materia de poesía?
José Gabriel: Creo que siempre hay legados, o como diría Octavio Paz: «siempre
hay rupturas, pero también hay tradición». Nadie puede negar que uno se inserta
en una tradición poética, y en nuestro caso, es una tradición marcadamente
vallejiana. Pero también existen otros caminos. A mí, por ejemplo, me cautivó
profundamente César Moro, su propuesta estética fue muy significativa en mi
formación; además, José Carlos Mariátegui habló con lucidez de tres grandes
tradiciones: la colonial, la cosmopolita y la nacional, en esta última
incorporo el indigenismo. Creo que esas tres dimensiones han incidido de algún
modo en la ruta de la poesía peruana, y también han dialogado o se han
confrontado con lo anglosajón y otras influencias extranjeras. Por eso, sentí
que debía instalar mi propia voz desde lo regional. Porque construir desde lo
local no significa limitarse, sino ubicarse: tener un punto de partida firme
desde el cual hablarle al mundo. Y eso, en términos poéticos, es fundamental.
Sebastián: Es importante la postura
que tiene Jorge Terán con respecto a la literatura peruana, porque esta
literatura no solo se configura en el centro, sino que se basa en lo regional
para lograr la identidad peruana.
José Gabriel: Hay una profesora en la universidad
San Marcos que es Guisela Gonzales, que ha hecho un libro sobre la poesía sur
andina de los 80. Entonces ahí uno ya puede tener una visión más completa de lo
que es la poesía en esos años, en esa época.
Sebastián:
¿Qué intereses poéticos se han implantado en las nuevas generaciones?
José Gabriel: Cuando yo estudiaba en la Escuela de Literatura de la
Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), nos llamaban «los académicos».
Pero, en realidad, la escuela en ese momento no tenía una estructura
verdaderamente académica. Por eso lo que hicimos, junto a varios compañeros,
fue hacer que la escuela comenzara a brillar, no solo desde la creación
literaria, sino también desde la crítica. Fue así como nació La gran flauta, una revista que creamos
como un homenaje a Alberto Hidalgo. Éramos solo un grupo de estudiantes de
literatura y decidimos reunir en la revista tanto la creación como la crítica.
Más adelante, añadimos una sección de reseñas, con la intención de darle un
espíritu más académico. Queríamos que los estudiantes se sintieran motivados a
comentar libros, a resumir historias narrativas o a compartir sus impresiones
como lectores. Ese fue nuestro aporte desde la universidad, y a partir de ahí,
la Escuela de Literatura empezó a consolidarse como un referente. Ya en los
años 90 la poesía comenzó a germinar con más fuerza, y muchas personas
empezaron a estudiar literatura. Pero fue en los años 80, gracias a esa primera
revista, que se sembraron las bases para una escuela que apostara por la
creación y la crítica desde los estudiantes. Por eso, durante la primera década
del siglo XXI hubo una mayor diversidad de revistas literarias. Sin embargo, en
la segunda década esa producción disminuyó, probablemente por el avance del
modelo neoliberal, que empuja a ver la literatura desde otros intereses y no
como un fin en sí mismo.
Aun así, pienso que hoy estamos ante un renacer. La escuela
de literatura vuelve a asumir un protagonismo y, últimamente, noto que hay
jóvenes inquietos, con deseo de expresión. Entre 2010 y 2020 no percibí grandes
movimientos, pero actualmente veo que hay búsquedas nuevas. Creo que esta
década nos puede deparar gratas sorpresas en el panorama literario.
Sebastián: ¿Tiene alguna rutina para escribir poesía?
José Gabriel:
Quizás el
oficio de escribir poemas sea para mí la decantación perpetua porque no me
satisface un poema si es que yo no lo he corregido. Los críticos también han
dicho que de mi generación soy el que más trabaja en versos y poemas. Por ello,
corrijo los poemas muchas veces y esa es mi esencia.
Sebastián: Desde su experiencia, ¿qué consejos les daría a todos aquellos animados a escribir poesía?
José Gabriel:
Creo que
deberían empezar por el autor que más leen, yo considero que el punto de
partida es el lector y después se vuelve crítico y al final teórico. Considero
que esa es la crítica esencialista y deberían de leer lo contemporáneo para que
puedan conectar más rápido y les pueda servir para su creación y valoración del
circuito de la literatura.
Sebastián: ¿Qué autor cree usted que debería de volver a ser reconocido?
José Gabriel: Dentro de las literaturas regionales, se ha empezado a valorar la obra de Efraín Miranda, un poeta de gran profundidad que merece mayor estudio. También considero fundamental la figura de Edgar Guzmán Jorquera, quien es uno de los grandes poetas de nuestro país. En el caso de Raúl Bueno, creo que la figura del crítico ha opacado injustamente al poeta. Es necesario rescatar y reconocer su labor poética, la cual ha quedado en segundo plano.
En el campo de la narrativa, considero que Yuri Vásquez
merece un reconocimiento mucho mayor. Es un narrador extraordinario que,
lamentablemente, no ocupa aún el lugar que debería tener en el canon, como sí
ya ocurre con Edmundo de los Ríos. En el ámbito del cuento, también se puede
mencionar a Carlos Herrera, aunque sus obras no alcanzan la profundidad ni el
nivel narrativo de Yuri Vásquez. Por otro lado, creo que la novela peruana
necesita revalorar figuras que han sido relegadas. Miguel Gutiérrez Correa, por
ejemplo, debería ser reconocido al mismo nivel que Mario Vargas Llosa o Alfredo
Bryce Echenique. No solo por la calidad literaria de su obra, sino por la
mirada crítica y profunda que ofrece sobre la sociedad peruana. Es hora de
ampliar los márgenes del canon y dar visibilidad a voces fundamentales que han
contribuido a nuestra tradición literaria.
Sebastián:
¿Qué se encuentra leyendo actualmente? ¿Qué opina de dicha lectura?
José Gabriel: A raíz de mi tesis he estado
leyendo más poesía y también releyendo a muchos poetas. Estoy haciendo algunos
descubrimientos personales que más adelante desarrollaré en el texto. Pero más
allá de lo literario, hay algo que me preocupa profundamente y que considero
esencial para los jóvenes de hoy: todos deberían leer a la filósofa Hannah
Arendt, debido a que reflexiona sobre lo que ella llama «la nueva condición
humana», y creo que muchos jóvenes aún no comprenden del todo lo que implica.
Vivimos en una época en la que esa condición se ha vuelto casi humanicida. Hay un miedo constante que
se ha normalizado, el miedo a la inseguridad, por ejemplo, y también una
violencia cotidiana que ya no nos sorprende. Otro problema grave es el trabajo:
en los países pobres, la gente no trabaja para realizarse, sino apenas para
sobrevivir. Todo esto nos aleja profundamente de cualquier idea de felicidad.
Nos estamos olvidando de preguntarnos si somos felices o no. El consumismo se
ha vuelto atroz: todo tiene que comprarse o venderse. Se habla mucho de un
sistema individualista, pero en realidad estamos en un sistema globalista,
donde todos nos consumimos unos a otros. Esa es la verdadera condición humana
actual, y creo que es urgente detenernos a pensar hacia dónde vamos. Porque si
no reflexionamos, llegará un punto en el que los afectos dejarán de ser
afectos, y los sentimientos podrían incluso desaparecer.
Por eso creo que esta condición debe ser al menos
cuestionada y repensada. Y tengo la esperanza que, en medio de esta crisis, la
literatura vuelva a ser reconocida como una forma de resistencia, de conciencia
y de búsqueda de sentido. A veces me pregunto si el mundo es un paraíso o un antiparaíso. Incluso el concepto de «vida»
que es profundamente occidental nos ha enseñado que trabajamos para vivir, pero
¿vivimos realmente? Tal vez la verdadera utopía sea imaginar una forma de
organización distinta al neoliberalismo. El mundo, tal como está, es cada vez
más perverso porque no se denuncia la maldad con firmeza, y cuando se hace,
nadie escucha.
Sebastián: ¿Alguna opinión de esta
entrevista?
José Gabriel:
Al inicio no
tenía claro sobre qué íbamos a conversar, pero al mismo tiempo me preguntaba
qué habías preparado tú. Y creo que lo que has traído no son solo preguntas
sobre literatura, sino un conjunto de inquietudes que revelan una preocupación
profunda por la condición humana. Eso es, precisamente, lo que alimenta de
manera constante el deseo y el afán de escribir. Me imagino que, en tu camino,
ya has encontrado algo que te interroga, algo que esta sociedad te ha mostrado
y que te impulsa a pensar, a sentir y a crear. Y en ese proceso, vas forjando
tu espíritu y tu manera de percibir el mundo.
Ese es un camino valioso, al que creo que más jóvenes
deberían sumarse y de reconstruir la vida desde el pensamiento, el arte y la
sensibilidad. Quisiera cerrar con una frase que me parece esencial: ¿Cuál es el
sentido de la vida?, ya que la vida no tiene sentido en lo material.
*José Gabriel Valdivia (Callao, 1958). Poeta, docente universitario y
crítico literario. Ha desarrollado su labor creativa y profesional en Arequipa.
Trabajó como periodista en los diarios Correo, La República, Pájina
Libre y El Búho. En su formación literaria, dirigió revistas como Polen
de Letras, La gran flauta y Semáforo. Ha publicado los libros
Grafía (1984), Flor de cactus y otras espinas (1989), Postales
(2008) y Canto Traverso (2013). Su poesía reunida se
ha publicado en el libro Funesta Trova (2021). Actualmente ha concluido estudios
doctorales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y está culminando su
tesis: El proceso de la poesía escrita en
español en Arequipa en el siglo XX.

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