ENTREVISTA A RICHARD PARRA
RICHARD PARRA: «LA UNIVERSIDAD PUEDE DAR UNA BASE, PERO NO ES SUFICIENTE NI TAMPOCO IMPRESCINDIBLE: LA VERDADERA FORMACIÓN DE UN NARRADOR VIENE DEL OFICIO MISMO, NO DE LOS TÍTULOS»
Richard Parra* es uno de los narradores
y ensayistas peruanos más relevantes de los últimos tiempos. Obtuvo el Premio
Nacional de Literatura en el año 2021, así como el Premio Copé en ensayo en el
año 2014. Sebastián Alva de El Hacedor conversó con él para conocer más sobre
su formación literaria, sus opiniones sobre literatura y las lecturas e
intereses que nutren su escritura.
Sebastián: ¿Nos podría comentar sus inicios como escritor? ¿Cuál es su mito de
origen?
Richard: Bueno, por mi posición filosófica
yo lo alejó bastante de la idea del «mito». A menudo se habla de la vocación
del escritor casi como si fuera la de un sacerdote: alguien tocado por una
especie de santidad que lo empuja inevitablemente a escribir. Yo, en cambio, lo
concibo desde el vínculo con el placer. En mi caso, lo que quería era contar
algunas historias de mi familia y de mis amigos, porque me parecían
entretenidas. Así empezó mi acercamiento a la escritura. No lo veo como algo
místico, sino como un proceso permanente de aprendizaje, siempre a prueba y
error: uno aprende a escribir escribiendo, haciendo varios intentos. Como
autor, me reconozco más bien en una perspectiva concreta, materialista, incluso
mariateguista.
En cuanto al inicio de mi trayectoria, podría decir que fue
tardío si se lo observa desde el punto de vista del mercado. Empecé a publicar
recién a los treinta y cinco años. Por eso nunca me sentí un «escritor joven»
ni tuve esa sensación de juventud asociada a la escritura.
Sebastián: Muchos autores nos han demostrado que la mezcla de géneros otorga una
mayor potencia a la hora de narrar o reflexionar. En base a su experiencia como escritor,
docente de literatura creativa y lector, ¿cómo percibe su propia escritura? ¿Ha
habido una evolución desde su primera idea de lo que era escribir hasta la
actualidad?
Richard: Mi postura filosófica parte del
marxismo, específicamente de Mariátegui y sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928). En cuanto a la escritura,
claro que ha variado. Los materiales con los que empecé a trabajar ya no son
los mismos, mis intereses también han cambiado. Hoy escribo sobre temas que
hace diez años ni siquiera imaginaba abordar. La escritura, en ese sentido, se
mueve por curiosidad: uno se siente atrapado por un tema, lo desarrolla y luego
pasa a otro.
Tu pregunta es casi abstracta, porque me pides pensar cómo
ha cambiado la escritura. Desde mi rol de profesor, veo que los textos más
potentes son aquellos que arriesgan, que buscan originalidad en lugar de imitar
a Vargas Llosa, a Bryce u otros. Son escrituras que experimentan con materiales
y formas expresivas nuevas. A veces todavía necesitan afianzarse, pero eso se
aprende con la práctica. Lo que sí tengo claro es que sin riesgo no hay
literatura. También existen escritores y escritoras «correctos», pero esa
literatura se vuelve subalterna frente a las literaturas globales. En América
Latina, por ejemplo, todavía se insiste en copiar el modelo español, lo cual me
parece ridículo: no hay ningún escritor clásico español que realmente influya
en el Perú.
Hoy en día la literatura tiene una potencia enorme, pero
también está atravesada por la fuerza del mercado. Por ejemplo, las narrativas
vinculadas al mundo andino suelen privilegiar lo carnavalesco, lo exótico, el
realismo mágico. Y sí, son propuestas interesantes, pero las grandes
editoriales siguen publicando desde ese margen, reforzando una mirada parcial.
Sebastián: ¿Cómo ha sido su experiencia al momento de publicar sus obras?
Richard: Publicar en una editorial
transnacional te da, en apariencia, una mayor exposición; incluso, a veces, la
posibilidad de ser traducido, aunque eso ocurre en contadas ocasiones. Todo
depende, en realidad, de lo que el escritor busque y de hasta qué punto la
editorial esté dispuesta a movilizar el libro.
En mi caso, en todas las editoriales donde he publicado me
ha ido bien. Creo que lo fundamental para un escritor es preocuparse primero
por el libro, por la calidad de la obra. Lo demás, como las relaciones públicas
y la visibilidad, puede ser importante para muchos, pero no lo es para mí. Yo
me asumo, más bien, como un escritor antisocial.
Sebastián: ¿Cuáles son sus percepciones sobre la narrativa peruana contemporánea?
Richard: Es una pregunta amplia y,
sinceramente, no me considero un lector exhaustivo de toda la narrativa peruana
actual. Mi atención ha estado más en las lenguas peruanas contemporáneas. Sin
embargo, en conversaciones con amigos he sabido que ya existen editoriales que
están publicando poesía en lenguas originarias, algo a lo que yo todavía no he
tenido acceso. Lo curioso es que muchos escritores de Lima no reconocen que
estas escrituras existen, aunque no es un fenómeno nuevo: lo mismo ocurrió en
los años setenta, cuando apareció el grupo Narración.
Por otra parte, desde las grandes editoriales no noto
grandes transformaciones. No ha habido un quiebre comparable al del «boom» latinoamericano. Yo creo que la
literatura no debería concebirse en términos de crisis, sino como un espacio de
renovación y de vanguardia, algo que sí está ocurriendo, por ejemplo, en la
poesía. Para mí, lo esencial al escribir es tener una forma de lectura propia;
sin eso, es imposible desarrollar una escritura propia. Esto es lo primero que
les digo a mis estudiantes: yo no estoy para enseñarles a leer ni a escribir,
sino para acompañarlos en el proceso. El problema es que aún persiste la idea
equivocada de que el profesor o el crítico debe ser una figura inquisidora.
Sebastián: ¿Qué nos podría comentar sobre la obra narrativa que ha publicado hasta
ahora?
Richard: Lo que puedo decir es que mis
libros nacieron de una profunda pasión, de mucho humor y cariño. Para mí, cada
uno de ellos representa grandes oportunidades en mi vida. Empecé escribiendo
cuentos y luego pasé a las novelas cortas. En general, me atrae más el relato
breve; por eso guardo un especial aprecio por Borges, a pesar de su radicalismo
de derechas. No me dejo imponer por el género: cada proyecto va encontrando por
sí mismo su estructura y su forma. Lo que más me interesa, en realidad, es la
experiencia de la escritura.
Además, considero que el ensayo siempre órbita alrededor de
la ficción, porque el ensayo plantea preguntas y nos deja abiertas varias
posibilidades de respuesta. Ese diálogo constante entre reflexión y narración
es algo que siempre ha estado presente en mi obra.
Sebastián: ¿A qué ensayista considera indispensable para leer y comprender mejor nuestro
acercamiento a la literatura o la realidad?
Richard: Recomendaría, en primer lugar, a
Mariátegui. También a Arguedas, aunque muchos no lo consideran un ensayista
sino un antropólogo. Sin embargo, sus textos sobre los Andes pueden leerse como
trabajos etnográficos con una gran calidad poética, y creo que todos los
narradores deberíamos acercarnos a él de esa manera. Además, me parece
importante destacar que Arguedas fue también un gran cuentista, algo que suele
pasarse por alto porque se le reconoce sobre todo como novelista.
Otro gran ensayista es Mario Vargas Llosa, cuya obra crítica
es fundamental. Y, por otro lado, creo que una ensayista que debería ser mucho
más reconocida es Patricia de Souza. Sus textos han generado debates intensos,
recuerdo que en la presentación de uno de sus libros hubo una fuerte discusión,
pues muchos consideran que sus ensayos son incómodos por el tono crítico que
asumen. Justamente por eso me parecen tan valiosos: porque cuestionan y abren
nuevas perspectivas.
Sebastián: ¿Cómo percibe el mundo académico literario en el Perú?
Richard: No me considero la persona más
indicada para responder esa pregunta porque yo no soy un académico en sentido
estricto. Lo que sí puedo comentar es que tanto en el Perú como en Estados
Unidos he notado ciertos defectos de la academia, como la excesiva burocratización,
que no siempre tiene que ver con el dinero sino con el propio sistema
universitario. En ese sentido, siempre se vuelve a Mariátegui, quien hablaba
del movimiento estudiantil en Córdoba, en Argentina, donde fueron justamente
los estudiantes quienes impulsaron un verdadero cambio. En mi experiencia como
docente en San Marcos, me he dado cuenta de que la diferencia la hacen los
propios estudiantes: son ellos quienes enriquecen la universidad con sus
proyectos y propuestas. En Estados Unidos, en cambio, mi experiencia fue
distinta: allá todo tenía un carácter mucho más cosmopolita. No lo digo como
una crítica, simplemente era otro contexto.
Ahora bien, en el Perú sí he podido observar problemas más
serios, como la corrupción dentro de la academia, que en realidad no solo
afecta a los espacios académicos, sino al sistema universitario en general.
Sebastián: ¿Cuáles son los maestros
literarios que le han guiado al momento de escribir?
Richard: En Estados Unidos tuve varias
profesoras que me orientaron en la escritura. Recuerdo, por ejemplo, a una que
me dijo que tenía potencial para escribir, y eso me motivó muchísimo a seguir
mejorando. Le guardo un gran aprecio porque esas palabras fueron decisivas en
mi camino. En el Perú, en cambio, no tuve esa suerte: me tocó ser un aprendiz
de literatura de cuentos prácticamente por mi cuenta. Lo que encontré, más
bien, fue a gente muy petulante: yo les enviaba un cuento y me responden que no
servía, básicamente porque no se ajustaba al estilo en el que ellos querían que
uno escribiera. Fue por eso que terminé haciéndome escritor de ficción en
Estados Unidos, donde empecé a escribir cuentos en la biblioteca pública.
En cuanto a mis referentes, uno de ellos es José María
Arguedas, aunque recién en estos días estoy volviendo a leerlo con calma. Otro
autor fundamental para mí es Juan Rulfo; de hecho, recuerdo que llevé un curso
en Estados Unidos dedicado a su obra y ahí leímos Pedro Páramo (1955),
que me marcó mucho. Y también valoro bastante a Marguerite Duras, a quien
utilizo mucho en mis talleres, porque ella reflexiona sobre el acto de
escribir, pero no lo hace como si fuera un manual, sino como una experiencia
vital. Eso me parece esencial.
Sebastián: ¿Cuáles son sus otros referentes, como el cine, la música o alguna
serie?
Richard: A veces se piensa que las Humanidades
están limitadas a compartimentos, pero la verdad es que todo conocimiento es
interdisciplinario. En mi caso, la literatura nunca estuvo sola: el cine, la
música y otras artes han sido parte del mismo proceso de aprendizaje. Yo de
niño casi no leía porque en mi casa no había ese hábito y, además,
económicamente no estábamos en una situación estable. Fue recién en la
universidad donde me encontré con autores como Vallejo.
En la escuela de literatura descubrí también otra realidad:
la mayoría de mis compañeros no se dedicaban a escribir, sino que al final
terminaron siendo solo docentes. Ahí comprendí que, si uno quiere ser narrador,
la escuela no basta; escribir exige un aprendizaje propio, mucho de prueba y
error, y la búsqueda constante de ampliar las lecturas y las experiencias. Por
eso digo que la universidad puede dar una base, pero no es suficiente ni
tampoco imprescindible: la verdadera formación de un narrador viene del oficio
mismo, no de los títulos.
Sebastián: ¿Hay alguna voz literaria en el Perú que considere que debe ser
rescatada?
Richard: Hace poco se ha editado un libro de
una autora que escribe poesía y, al leerla, me impresionó mucho; pienso que
debería recibir mayor reconocimiento. También creo que hay autores que merecen
ser rescatados del olvido, algo que en gran medida corresponde a los
especialistas. Incluso algunos clásicos corren ese riesgo: se piensa, por
ejemplo, que a Vallejo ya se le ha leído lo suficiente y que no hace falta
volver a analizarlo, cuando en realidad su obra todavía guarda múltiples
lecturas posibles.
A raíz de la muerte de Reynoso se ha empezado a reeditar su
trabajo, acompañado de prólogos que buscan revalorizarlo. Ese gesto es
importante, pero también deberíamos volver la mirada hacia otros clásicos que
hoy están siendo relegados y cuya obra aún puede dialogar con nuestro presente.
Sebastián: ¿Qué consejos le daría a todos aquellos que quisieran formar su
identidad como escritor?
Richard: Esa es una pregunta que uno tendrá
que hacerse todo el tiempo, sin importar los años que lleve escribiendo. Si uno
lee, por ejemplo, los textos de Flaubert, se da cuenta de que cada día siguen
abriéndose nuevas preguntas. Por eso, si alguien quiere ser un autor o autora
que asuma riesgos, debe aceptar que su identidad estará marcada por la
incertidumbre, la duda y el replanteamiento constante.
Otro aspecto fundamental es asumir el propio proyecto:
escribir solo lo que realmente le gusta a uno, porque de ese modo habrá un
resultado honesto, sea cual sea la dirección que tome. En cambio, cuando se
intenta seguir el proyecto de otros, se nota la imitación. Un resultado
verdaderamente valioso se alcanza cuando se es individualista en el buen
sentido, construyendo la propia voz sin preocuparse demasiado por la crítica
externa.
Sebastián: ¿Qué se encuentra leyendo actualmente?
Richard: En este momento estoy leyendo El hijo de Jesús (1992) de Denis Johnson, un libro de cuentos fenomenal. A
diferencia de otros escritores de su época, que se alejaban de un lenguaje
vanguardista, Johnson hace que la metáfora juegue un papel esencial en el
tejido de sus historias. Es un libro que no solo leo, sino que prácticamente
estudio, porque me parece una obra que ofrece lecciones profundas sobre el arte
de narrar.
Richard Parra*
(Lima, 1976) escritor y crítico literario. Estudió Literatura en
la Pontificia Universidad Católica del Perú y obtuvo un doctorado en literatura
por la Universidad de Nueva York con una tesis enfocada en el Inca Garcilaso de
la Vega. Es autor del libro Contemplación del abismo publicado
inicialmente por la editorial Borrador editores en el 2010 y posteriormente con
la editorial Estación la cultura bajo su sello Animal de invierno en el año
2018. Es autor del díptico de novelas cortas Necrofucker, La pasión
de Enrique Lynch (2014), de la novela Los niños muertos (2015)
y del ensayo sobre Garcilaso de la Vega, «La tiranía del Inca» (Premio Copé
2014). Además, ha publicado artículos en El País, Buensalvaje España, Vice,
Casa de citas, Espéculo y El Hablador. Con su libro Resina obtuvo el Premio
Nacional de Literatura en la categoría novela en el año 2021. Trabajó como
profesor de escritura creativa en la Pontificia Universidad Católica del Perú y
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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